La ciudad polisémica: Una aventura mágica

Antes de comenzar, quiero agradecer al autor el envío de una copia digital de su obra.

Sacarme de mi área de confort no es tan difícil como parece. Me gusta la literatura en toda su extensión y soy de naturaleza curiosa. Eso sí, tiene sus riesgos.

El humor surrealista no me gusta si no viene acompañado de ese algo que me satisfaga. Generalmente, un buen uso del lenguaje.

Libros como la conjura de los necios, no me aportan nada, y, generalmente me aburren como a oso XXL.

No es una cuestión de mente cerrada. de hecho, para leer La ciudad polisémica debes tenerla abierta de par en par.

¿Qué tiene la novela de José Luis Carrasco para ser mejor que mi aborrecido Ignatius y toda su estirpe?
Literatura.
Mucha. Y de la buena.

Para empezar, la polisemia no se limita a los múltiples significados de una palabra, sino que también abundan las distintas disciplinas y géneros narrativos.

Por tanto, en este viaje encontraremos el humor, la fantasía, la distopía y un ligero toque de realismo mágico.
Pero además, el lenguaje.
La inteligencia de saber exprimir el jugo a cada palabra y su triple salto mortal; colocarla en el lugar exacto.

La trama argumental está bien diseñada, aunque todo cuanto acontece sea un auténtico disparate.

Para empezar, Juan y Mar Mota (chiste fácil, pero efectivo) inician un viaje por carretera donde se encontrarán con toda la fauna conocida de animales que circulan por nuestra carretera.
Si quieres saber que tipo de conductor eres, adéntrate en sus páginas. No tardarás en reconocerte.
Pero atente a las consecuencias. Yo lo he hecho. Y no he salido bien parado.

La placentera ruta no está exenta de carteles publicitarios, áreas de servicio y peajes, donde el autor no desaprovecha la ocasión para criticar absolutamente todo.

Pero la verdadera cuestión comienza cuando llegan a su destino.

La real academia de la lengua, con sus caprichosas modificaciones del lenguaje y una ciudad donde se desata la violencia son la causa y efecto que despiertan los demonios más perversos que habitan en la imaginación del autor.

La polisemia se abre camino y se hermana con la literalidad en un universo donde una operación quirúrgica a vida o muerte puede resolverse con una ecuación o la bombilla de una lámpara se convierte, de facto, en una granada de mano.

Este juego con las palabras y sus significados me parecen el ejercicio más complejo, que Carrasco salva a la perfección.

Pero para que esta novela guste, ha de llegar a un tipo de lector que, primero soporte lo absurdo y después, o solo quiera echar unas risas, sin mayor pretensión, o sea de aquellos que vean pura genialidad en la suma de factores, que a mi juicio, alteran el producto, mejorándolo.

La ciudad polisémica es una aparente orquesta desafinada que en su estridencia interpreta la más pulcra y afinada sinfonía.

Pura genialidad.