Advierto que esta reseña puede herir sensibilidades. La cosa empezó bien: un Londres distópico, una familia rara que guarda secretos, una casa siniestra y un ambiente opresor. Más o menos la primera mitad me mantuvo enganchada y con ganas de saber más. ¿Y qué pasó después? Pues que esas cosas que al principio me engancharon pasaron a convertirse en peros. El Londres distópico no lo entiendo. Ya sé que es el primero de una trilogía y que se explicará más en los siguientes, pero a mí me han faltado demasiados datos, que una cosa es estar perdida y otra no saber si subes o bajas. La familia rara se pasó de rara y todos empezaron a caerme mal. Hasta al apuntador lo hubiese mandado a la luna. Los secretos dejaron de interesarme porque cada vez que descubría una cosa se me abrían dos o tres preguntas más. A ver, que la intriga está bien, pero resuélveme algo hombre. La casa siniestra pasó a aburrirme, tanto pasillo, escalera y habitación rara me marea, y eso que viene con planos, pero ni por esas, aquí el norte no se sabe en dónde queda. El ambiente opresor y rodeado de basura terminó por metérseme en la nariz y cada vez que abría el libro olía a vertedero, y eso no hay ambientador que lo disimule. Y con tanto pero, al final bluf. A mis compis de lectura @me_he_comprado_un_libro @mirecunchofeliz @ladamadelanovela y a mí se nos hizo bola y nos costó terminarlo. Si no lo hubiésemos leído juntas este sería un claro abandono |