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Crítica de MaiteMateos


MaiteMateos
03 March 2021
A un lector poco habituado a la poesía y poco familiarizado con la épica, Apofis y el dragón podrá parecerle una historia extremadamente densa, barroca y difícil, pero no lo es tanto si uno se ha sumergido previamente en todos los universos mitológicos que abarca, desde la cultura griega, sumeria, hindú, egipcia, nórdica, romana, celta o china, pasando por el folklore español, árabe o judío. Con toda esta amalgama el autor argentino Misael Capone compone una nueva y extensa epopeya que explica el origen de la ruptura del orden cósmico bajo las claras influencias de autores como Shelley, Milton, Keats, Coleridge, Nietzsche, Goethe o Borges, en una mezcla de estilos épicos, entre el clasicismo y el romanticismo.
Es cierto que yo he sentido siempre ciertas prevenciones contra la épica, a la que suelo juzgar de narración versificada comúnmente al servicio de la exaltación de héroes masculinos o de naciones de mentalidad dualista y patriarcal, como es la de Homero. Por eso me han sorprendido tan gratamente esta epopeya de Misael Capone dividida en tres largos poemas narrativos.
El primer poema, titulado Aquel próximo lugar es una clara referencia al mítico país del irás y no volverás, a la muerte en definitiva. Es un canto al crepúsculo, a esa última hora que conduce a la muerte, una muerte entendida como el paso irremediable a la nada o al todo, como el paso a la inmortalidad.
El segundo poema, titulado Absalon fili mi, está impregnado de reminiscencias bíblicas del Libro de Samuel, intercaladas con el ciclo artúrico y la mitología griega. Recoge la muerte de Absalón, hijo del rey David, a modo de elegía, como un canto a lo irreparable y a la culpa.
El tercer poema presenta la historia de Apofis y el dragón propiamente dicha y para ello se adentra en el mito bíblico del Edén, relacionándolo con el mito del Dilmún sumerio en el cual se inspira y en otros mitos posteriores, para intentar distanciarse de esa idea dualista de la separación entre el bien y el mal que carga todas las culpas de los males del mundo sobre la mujer. de hecho, en el mismo título ya encontramos las claves del significado del poema, a ese Apofis de la mitología egipcia, serpiente gigantesca que encarna el puro caos, que tenía su origen en la Tiamat babilónica, que a su vez tenía su origen en la Nammu sumeria, esa diosa de las aguas primordiales, responsable de las crecidas de las aguas, aguas que suponen el caos y al mismo tiempo suponen la vida, el bien, la fertilidad, representada como una serpiente gigantesca, una diosa dragón... Lo que convierte a Apofis y al dragón en un mismo personaje, un mismo ente, que tanto simboliza el bien como el mal.
Es interesante el uso del arquetipo del dragón en la historia, esa criatura mítica universal, híbrida, sintética y compleja que aparece en todas las culturas humanas desde el principio de los tiempos como una necesidad de proyectar todos los miedos en una sola criatura excepcional y poderosa a la que se va dotando de las garras, fauces y escamas de los animales más temidos y responsabilizándola de los fenómenos naturales más catastróficos, como pueden ser las erupciones volcánicas, las crecidas de los ríos, los tsunamis, los eclipses…
Pero Apofis y el dragón no es una historia tan enrevesada como parece. Mientras Apofis, el dios del caos identificado con la serpiente o el demonio del Edén, el bíblico y cristiano señor del mal comienza a vagar por el mundo, y a lo largo de los siglos se debate en soledad con la culpa por haber tentado a Eva, intenta desentrañar los enigmas del universo y se lamenta por la pérdida de la belleza, acabará viendo resurgir repentinamente esperanzado, al final de los tiempos, la figura de ella, de Eva, de ese dragón abatido y supuestamente vencido por la muerte, esa Eva-dragón relacionada también con la Innana sumeria y la Ishtar babilónica, diosas del amor y la fertilidad. Apofis verá resurgir a Eva, esa figura de mujer de la que había estado platónicamente enamorado, para recuperar su lugar cíclico en el orden cósmico, y sin embargo, Apofis ¿será capaz de verse también en ella, en la Eva-dragón, reconocido? ¿Acabará de superar la culpa que le atormenta? ¿Será capaz de recuperar del todo el pensamiento no dual, que busca el equilibrio, que no distingue, que no separa y que se limita a aceptar la existencia del bien y el mal? ¿Acabará Apofis por entender plenamente que todo forma parte de un todo?
Enlace: https://maitemateos.wordpres..
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