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Las primeras páginas de esta novela pueden resultar engañosas y hacernos pensar que se trata simplemente de la historia de una pareja: una pareja hay, pero de simple la historia no tiene nada. A medida que pasan las páginas Flor Canosa va desplegando una serie vertiginosa de realidades paralelas donde la misma pareja, la de Greta y Henrik, aparece bajo la forma de nuevos avatares en nuevas coordenadas geográficas. Desde la infelicidad ascética de un matrimonio de muchos años en la helada Oslo, a la pasión de una relación ilícita en las playas de Ecuador, pasando por una Greta empoderada en Buenos Aires y un Henrik mujeriego empedernido en Roma, hasta versiones latinoamericanas de Greta y Henrik, la narración cobra la forma de la hidra que engalana la pared que mira Greta desde su departamento de Oslo. La sensación que tuve es la misma que me generan las películas de Nolan o de Charlie Kaufman: un despelote divino. Y por debajo de la historia, como corrientes subterráneas y poderosas, las grandes preguntas: ¿Es posible la monogamia y la fidelidad? ¿Estamos destinados a encontrarnos con una persona a quien nos ata el universo en cualquier realidad posible? ¿Qué pasa con la maternidad frente a la fugacidad del deseo y la inestabilidad de los vínculos? ¿Se puede olvidar el pasado, o estamos condenados a “caer en el amor” con la misma persona? Greta y Henrik, al igual que Clementine y Joel en “Eterno resplandor..”, nos hacen reflexionar mientras seguimos sus múltiples posibilidades en las páginas de esta novela deliciosamente escrita. Una experiencia de lectura más que recomendable! |
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