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Crítica de Guille63


Guille63
13 March 2023
“…la vida es más cruel que nosotras. Quizá por eso me cuesta sentirme culpable.”

Una gran obra, dura y pesimista que ahonda en el absurdo que surge entre el fuerte deseo que toda criatura tiene de vivir y la falta de fundamentos sólidos de esa vida, en la búsqueda infructuosa de esos fundamentos, en la terca esperanza de encontrarlos, en la posibilidad de crearlos a nuestra conveniencia, en la fatalidad y la dejación de responsabilidades, en la indiferencia, en la muerte del deseo, en la culpa, y en la opción, siempre presente y disponible, de dejar de vivir y hasta de existir.

Dos mujeres, una, la madre, cansada ya de vivir y con el único deseo de dormir y olvidar, se deja guiar por la otra, la hija, la que todavía conserva el sueño de salir del país de sombras en el que ha vivido siempre, aunque sea a costa de penetrar aún más en la oscuridad, para llegar por fin a la tierra de la luz, donde “el sol mata las preguntas”. Las dos se han dedicado durante años a asesinar a los huéspedes ricos que llegan a su hostal y robarles el dinero que les permita dejar todo atrás.

En frente, el hijo, al que los dioses de la fortuna han favorecido con amor y riquezas, procedente de la tierra del sol, que después de muchos años vuelve con su mujer lleno de buenos propósitos para con su madre y su hermana y así despojarse del sentimiento de culpa que sufre por haberlas abandonado.

“… los hombres nunca saben cómo se quiere de verdad. Nada los satisface. Lo único que saben es soñar, imaginar nuevos deberes, buscar nuevos países y nuevas moradas… Cuando se quiere, no se sueña con nada.”

No es difícil imaginarse el desenlace.

Camus pinta en este cuadro que son madre e hija un mundo terrible, frío, indiferente, aislado por un muro que impide cualquier relación íntima con el exterior y así evitar el sufrimiento. Pero el mundo que se construyen intramuros en aun peor que aquel del que huyen y la madre termina resignada y convencida de que la única felicidad a la que se puede aspirar es la de no sentir. La hija no tardará en acompañarla.

“Ruegue a su dios que la haga semejante a la piedra. Es la felicidad que él se asigna, la única felicidad verdadera. Haga como él, vuélvase sorda a todos los gritos, sea como la piedra mientras hay tiempo. Pero si se siente demasiado cobarde para entrar en esta paz ciega, entonces venga a reunirse con nosotros en nuestra morada común. ¡Adiós, hermana mía! Todo es fácil, ya lo ve. Tiene que elegir entre la estúpida felicidad de los guijarros y el lecho viscoso donde la esperamos.”
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