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En el Universo, cada cincuenta años, los miembros de los Elementos se reúnen para realizar el Congreso de los Cuatro. Su finalidad es mantener el equilibrio. El que está por acontecer, se aproxima y la representante del Agua, la Señora Gota de Lluvia, ha desaparecido, lo cual puede llevar a un gran caos. Una de las ninfas acuáticas, Helena, se transportará a la Tierra en su búsqueda. Conocerá a su picarillo, Ícaro, un duendecillo procedente del mundo de Arcadia, encarnado en la piel de un niño francés. Juntos se embarcarán en un largo viaje. Desde los campos humildes de Inglaterra a naufragar por Cuba hacia el Triángulo de las Bermudas, pasar de repente por el impresionante Moma de New York, incluso, por una caverna al estilo underground con cócteles muy peculiares y con su propio teatro de sombras, ganando en su caminar dos compañeros que de manera infraganti se unirán a la travesía: un hombre-guepardo de la sabana africana y un nigromante hindú que puede acceder al Octavo Nivel: el Purgatorio. Los cuatro combatirán con seres fantásticos de todo tipo: elfos, oráculos, cíclopes, vampiros, brujas, demonios, pecados capitales, troles. Hasta la mismísima reina de las pesadillas, poseedora de uno de los rituales más antiguos, se personificará para romper todos los sellos que separan los distintos mundos que envuelven al ser humano: el elemental, el espiritual, el vacío, el de los sueños, el astral, el Cielo y el Infierno. ¿Podrá una piedra preciosa como el rubí parar la batalla que se prepara en el mundo Esmeralda? La pluma de Mikael Cantalapiedra es de una inteligencia sublime. Decía Lorca que el ángel da luz y la musa da forma, y que en cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. Esta obra de arte incluye todo eso. Enigmática, escalofriante, espeluznante, fantástica, mitológica, zigzagueando de lo claroscuro a lo policromático. Es como la experiencia de visitar un museo y ensimismarse en cada una de las historias que esconden el resultado de los distintos pictóricos, pasando del mundo interior de Caravaggio a Botticelli, Klimt o Picasso. Es como una conversación entre Dalí y Buñuel. Invita a ver diferentes perspectivas, al viaje reflexivo, al diálogo introspectivo, conectando con el consciente y satisfasciendo al inconsciente. Los personajes están muy bien definidos. Entre los capítulos, nos encontramos con relatos sobre los personajes secundarios, que vienen a ser enigmas que se revelarán a lo largo del libro y serán esenciales para el transcurrir de la trama principal, hilados en conjunción hacia un destino espectacular. Vemos una evolución en la protagonista, creciendo de una desnuda inocencia a una madurez fuerte y seguridad consolidada. El humor del "pequeño" Ícaro es imprescindible para amenizar y restar complejidad a esta pieza onírica. Me atrevería a decir que el autor nos muestra su retelling de El mago de Oz. |
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