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Crítica de Homolectus


Homolectus
18 January 2023
Continúan las aventuras espaciales del filólogo Elwin Ransom y en esta ocasión lo veremos irse a Perelandra —el planeta que nosotros llamamos Venus— y volver en una especie de ataúd de un material similar al hielo. A su regreso descubriremos lo vivido en Perelandra y el motivo real de su viaje, pues en esta ocasión a diferencia de su vista a Marte, Ransom sí era el indicado para dicha empresa.

Como lo mencioné al principio de la reseña de Más allá del planeta silencioso esta es una relectura de la Trilogía Cósmica de C. S. Lewis y la verdad, debo decir que tenía un mejor recuerdo del asunto. Así que iré por partes.

Acá descubriremos el estado real del Sistema Solar. Nos daremos cuenta de que en la época en la que se desarrolla la historia Marte es un planeta que vive el ocaso de sus días, que la Tierra vive el apogeo de los seres vivos sobre ella y que Venus es un planeta sobre el que apenas la vida se levanta, quizás se trate de la obra más reciente del gran arquitecto cósmico. En este mundo sobre el que la especie dominante apenas vive el alba de sus días Ransom ha sido llevado para presenciar el surgimiento del mal, un mal que ¡oh sorpresa! viene de la Tierra.

Desde el punto de vista literario, Perelandra tiene algunos elementos que son bastante interesantes y vale la pena destacar. En primer lugar, el hecho de aventurarse a imaginar una forma de viaje diferente a las tradicionales naves espaciales hace que el interés en la obra se despierte desde el principio. Junto a esto está el proceso creativo detrás de Venus: Lewis imagina un planeta lleno de agua y con formas de vida tanto bajo el océano como sobre la superficie. de allí parte también el contraste de Venus con la Tierra, pues en Venus la vida no se puede asentar sobre tierra firme, sino que está destinada —o al menos así lo es en un primer momento— a vivir ligada al mar bien sea sumergida en él o habitando una especie de plantas islas que son idóneas para la vida por cortos periodos.

Es así como los primeros momentos de Ransom en Venus recuerdan a Robinson Crusoe. Un contraste muy marcado con los primeros momentos de Ransom sobre el suelo marciano, cuando el desconocimiento del motivo de su viaje activaron su instinto de supervivencia y todo lo veía como un potencial peligro. En cambio, Venus le ofrece un lugar por descubrir, un lugar bastante hedonista, sobre el cual tiene un motivo claro para estar allí y que descubre mucho antes que la vez que estuvo en Marte.

En Perelandra Lewis se integra a la ficción desde las primeras líneas y sigue la misma línea que planteó al final de la novela precedente y se presenta no solo como amigo de Ransom, sino también como su protector durante su ausencia de la Tierra y como el narrador de la aventura en Venus. Es así como integra el último elemento interesante del libro: El tiempo en el que transcurre pues todo lo acontecido en Venus es contado en tiempo pasado tanto para Lewis como para los lectores.

Ransom en Venus descubrirá el motivo de su visita al planeta y lo que esto significa tanto para Venus como para la Tierra, sumida en un sitio por los demás seres que habitan el sistema solar. Esta visita también le ayudará a descubrir que los mitos con los que tiene tanta relación no son exclusivos de la Tierra, sino que hacen parte de un motivo de redención y heroísmo presente en todo el cosmos. de nuevo Ransom tendrá una prueba de lo insignificante de la existencia humana.

En Venus, el filólogo tendrá algunos momentos bastante memorables: El primero viene cuando entabla conversación con la reina. En ese momento el lenguaje de ambos chocará mediado por la diferencia abismal que existe entre la comunicación terrícola y todos los gestos que apoyan las palabras y una comunicación venusiana recién emergida que posee solo las palabras. Los gestos vendrán luego, a lo mejor por descubrimiento propio o por introducción del Manchado. Otro de los momentos memorables del viaje de Ransom a Venus viene de la intervención del Antihombre —una suerte de posesión demoniaca del viejo compañero de viaje de Ransom, el profesor Westom— que pondrá a prueba la voluntad de la Reina con el fin de provocar de nuevo la caída de la humanidad en un punto inicial de la historia tal cual lo hico milenios atrás en la Tierra y que propone una conversación con muchos argumentos sobre lo que es el bien. Este fragmento por sí solo carga gran parte del núcleo central del conflicto del libro.

Si bien todo lo que menciono hace parte de lo destacable de la novela, todo es opacado por el nivel de apología y proselitismo que le aplica Lewis a su obra. Llega un punto en el que llega a ser bastante molesto la prédica recalcitrante que hace, aburre que siga usando el mismo argumento del libro anterior de que los terrícolas somos malos y que el único bien está por fuera de la humanidad. Como si esto no fuera suficiente, Lewis sale con un final muy similar al que le da a Narnia y nos presenta un planeta en el cual la vida queda inmersa en una especie de utopía paradisiaca obviamente debido a la benevolencia de los seres. En serio no sé cuál es la fijación de Lewis por el momento cosmogónico. Pero quizás esta apreciación venga de mí parecer y haya alguien al que esto en cambio le guste, “allá ellos” como diría el genial Mundstock.

Lo que sí deja bastante por desear desde el punto de vista literario es la narración misma. El relato a veces se pierde entre los largos soliloquios y pasajes eternos sin una sola palabra mediada con alguien. El ritmo y la capacidad de asombro que pudiera despertar un planeta recién descubierto es opacado por esto, así que el esfuerzo que supone no perderse ningún detalle es mayor.

La verdad, de la Trilogía Cósmica este era del libro que menos recordaba algo más allá del lugar donde se desarrollaba y creo que ahora entiendo a mi inconsciente por haber tomado la decisión de no hacer la migración correspondiente de este. Sin embargo, terminaré la trilogía.
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