Como un pueblo o tribu errante de la Biblia, trabajadores sin hogar e ínfimas esperanzas, probablemente irreales, se desplazan por solitarias carreteras de Estados Unidos, a edades en las que sus preocupaciones tendrían que ser cuándo voy a ver a mi nieto ó si tomo café o té en la reunión con mis amigos. La prohibición del trabajo infantil es una conquista de nuestro tiempo en los países más avanzados, quizás la próxima batalla deba librarse porque ningún septuagenario, octogenario ... se vea obligado a malvivir en un coche, ó caravana rodante en busca de migajas, proporcionadas por grandes empresas, de tamaño, no de ejemplaridad ni de humanidad para arrastrarse al próximo trabajo precarísimo.
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