Cumbres borrascosas

Me gusta entremezclar clásicos en mis lecturas, y llevo una época que me da pereza leer autores masculinos, así que había llegado la hora de las Brönte.
Intuía que me costaría porque cada vez estoy más atrapada en la literatura contemporánea, y porque un drama de esta índole, cuando mis últimas lecturas han sido más sobre el mito del amor romántico, me hacía sospechar que me costaría empatizar.
Así fue al principio, pero luego me la llevé a mi terreno y empecé a plantearme si Emily no fue la primera (o una de ellas) en desmitificar el amor romántico.
No hay un hombre en todo el libro con responsabilidad afectiva, ni uno solo que no busque en las mujeres solamente sus cuidados, cero capacidad de amor, de dar.
Tenemos al hombre que es capaz de retener a una mujer al lado a sabiendas que no le ama, al que por “amor” es capaz de verla morir, al que por salvarse le da igual aprovecharse del amor de ella. Todo un abanico de hombres que solo ven a las mujeres para cubrir sus necesidades.
Es curioso que a la voz narradora, Ellen Dean, no se le conozca un hombre a su lado. Parece la más libre.
No logro imaginar qué pretendía la autora, si simplemente contaba una historia con la realidad que le rodeaba o si estaba dando un grito de socorro ante la situación de las mujeres en su época, donde el máximo logro era casarse y no tenían derecho ni a sus propias herencias.