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Crítica de Guille63


Guille63
07 March 2023
“Alguien le había dicho alguna vez que el cielo esconde detrás la noche; que protege al que está debajo del horror de lo que hay arriba.
— ¿De lo que hay detrás?
— Sí.
— ¿Pero qué hay detrás? —preguntó Kit con un hilo de voz.
— Nada, supongo. Solamente oscuridad. La noche absoluta.”

Una novela terrible y hermosa, una historia triste cargada de escenas atroces, una funesta búsqueda existencial, un viaje al infierno de uno mismo dentro de un brutal choque de culturas.

“Creo que los dos tenemos miedo de lo mismo. Y por una misma razón. Nunca hemos conseguido, ninguno de los dos, entrar en la vida. Estamos colgando del lado de afuera, por mucho que hagamos, convencidos de que nos vamos a caer en el próximo tumbo.”

Port y Kit, un matrimonio en horas bajas lo suficientemente ricos como para permitirse el lujo de ser viajeros, esos afortunados seres que parten sin definir previamente los sitios por los que pasarán ni decidir el momento en el que volverán a casa, llegan al Sahara con el fin de encontrar o de encontrarse o descubrir algo que ni ellos son capaces de precisar. Él tenía una débil esperanza de que aquellas culturas milenarias, todavía no contaminadas por la civilización occidental, pudieran proporcionarle respuestas, aunque no estuviera muy seguro de cuáles eran las preguntas. Ella estaba convencida de que él necesitaba que ambos compartieran “la soledad y la cercanía de las cosas infinitas”, que solo participando de la misma esperanza podrían volver a amarse y, por ende, salvarse. Dos personas que se necesitan sabiendo en el fondo que ninguno podrá proporcionar al otro lo que quiere y precisa y de que toda posibilidad de amor desapareció hace mucho tiempo.

“… a pesar de estar dispuesta a llegar a ser lo que él quisiera, había algo que Kit no podía cambiar: el terror estaba siempre dentro de ella, dispuesto a asumir el mando. Era inútil pretender lo contrario. Y así como ella era incapaz de sacudirse el miedo de encima, él era incapaz de romper la jaula que había construido mucho tiempo atrás para salvarse del amor.”

Pero no está al alcance de todos encontrar lo que se busca. Es una gran ilusión creer que estamos al mando, que podemos ser y conducirnos de la forma que queramos y deseemos, qué ilusión es creer que somos libres. Nadie elige sentir el vacío de Port, nadie desea el espanto de querer penetrar en el interior de algo y asumir que no hay nada donde se pueda penetrar (“la diferencia entre algo y nada es nada”), nadie desea ese infierno al que, sin embargo, se aferra desesperadamente porque es lo único que tiene. Como se dice en un momento de la novela:

“Aunque esa glacial ausencia de vida era la base de su infelicidad, se aferraría siempre a ella porque era también el centro mismo de su ser, en torno al cual se había construido.”

Como tampoco Kit quiere ser dominada por los terrores que anidan en su interior, unos terrores que la obligan a establecer categorías de presagios que la permitan hacer frente, aun de forma precaria, a las circunstancias de la vida diaria. Unos terrores que la llevarán a pagar un precio altísimo por conseguir evitar el angustioso sentimiento de responsabilidad, por conseguir que de ella desaparezca toda posibilidad de esperanza, por sentir la seguridad de que el futuro no será otra cosa que una inacabable continuación del presente, que…

“ningún acto que uno cumpliera o dejara de cumplir podía cambiar en lo más mínimo el resultado; que era imposible de todos modos cometer un error y, por lo tanto, imposible lamentarlo o, sobre todo, sentirse culpable”.

Quiero terminar con un párrafo que me impactó, unos pensamientos de Kit que sacados de su contexto puede que no les digan nada y que incluso piensen lo que no es. Pero, si llegan a leer el libro, estoy seguro de que experimentarán el espanto que a mí me produjeron.

“Cuando él subía los peldaños del estrado, abría las cortinas, entraba y se recostaba a su lado para iniciar el lento ritual de desvestirla, las horas que había pasado sin hacer nada cobraban todo su significado. Y cuando él se iba, el delicioso estado de agotamiento y plenitud le duraba mucho tiempo: permanecía despierta, bañada en un aura de felicidad despreocupada, estado que rápidamente llegó a considerar natural y que, como una droga, se le volvió indispensable.”

Y no será el único momento de horror con el que tendrán que vérselas. Lean, lean.
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