Sónnica la Cortesana

Dicen que nadie es profeta en su tierra. Pero con Vicente Blasco Ibáñez hay tal veneración en Valencia, que llevar la contraria es, simplemente, blasfemia.

Debí nacer cátaro. Sin duda, soy un hereje.

Debuto con el escritor de la Avenida que nace en Viveros y muere en el mar, más grande, sin duda, que la triste callejuela dedicada a Jaime I.
Pero el infiel soy yo, por aquello de poner las calles todos los días a eso de las 5am.

No pongo en duda la mayor. Su prosa es exquisita. Pero lo más cerca que he estado de aquello que los entendidos dicen, que Sónnica la cortesana busca el efecto de salir de un sueño, han sido las siestas que me he pegado con sus descripciones.
Brillantes, bellas y a destiempo. Perdiendo el ritmo como un marcapasos al final de su vida útil. Rompiendo el ritmo.
Ibañez no fue al curso de narrativa de Javier Pellicer, sino otro gallo cacarearía.

Por lo demás, tragedia griega de manual.

Acteón llega a Sagunto con más hambre que gloria y no tarda en conocer a Sónnica, mujer rica gracias a sus encantos quien queda prendida del griego nada más verlo, que hay prisa y la novela es corta.

Pero un fiero guerrero ha puesto sus ojos en la preciosa ciudad (la dama le importa un bledo) y quiere tomarla al asalto, por aquello de conquistar y tocarle las narices a Roma.
Aníbal Barca se llama el muchacho.

Ya que lo del asedio sabéis de sobra como acaba mejor os hablo de los tortolitos y la innegable intención del autor de presentarnos el contraste de la suntuosidad y la miseria en una misma ciudad.

Y también, de la fidelidad a unos ideales, pese a saber que ni dan de comer ni curan las heridas del enemigo, ¡Maldita sea!

Con una prosa hermosa y poco ligera son Vicente abandona la profundidad y, a veces, la propia trama, por un lucimiento personal, tan dignísimo como innecesario.

En cualquier caso, y pese a las babas de mi almohada, la novelita me ha gustado, pero yo le acortaría la avenida, si por este libro fuera, pues tampoco es para tanto.

Me veo en el tribunal de las aguas. Tiempo al tiempo.