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En la introducción de esta historia, el autor agradece a R. L. Stine y ya con esto en mente se había ganado mi simpatía, ya que adoré y sigo adorando a R. L. Stine. Pero también provocó que tuviera unas altas expectativas sobre lo que iba a encontrar. En sonrisa de madera, la muerte de un tío abuelo, una muerte algo dudosa, ocasiona que su familia termine envuelta en la maldición familiar que los acosa, a partir del encuentro de algo tan simple como un muñeco de madera, un muñeco de ventrílocuos. Martino había pertenecido al tío abuelo Eduardo y se encontraba escondido en su sótano, pero Hector lo encuentra y lo lleva a su casa, donde el muñeco comenzará a asustar y aterrorizar a los miembros de la familia, eso al menos en un principio. A medida que la trama avanza y la atmosfera de horror se va acentuando, comienzan las muertes, unas más oscuras y macacabras que las otras. El muñeco Martino, usa un lenguaje muy vulgar y chocante (no apto para gente sensible) y peor aún son sus acciones, sobre todo las últimas muertes. (Así que si son de sentirse afectados por estas cosas, no se lo recomiendo) El final se venía haciendo palpable por las propias palabras del narrador omnisciente pero me sorprendió a quien le tocó ese destino, pues me había figurado que sería otro el que ocuparía su lugar. La historia me atrapó y me causó escalofríos, quizás porque esos muñecos siempre me han dado mala espina y sin esto quizás la lectura hubiera sido más light. Si sienten la misma aversión por estos muñecos entonces se lo recomiendo un 100%, en caso de que no les provoque reacciones viscerales, entonces se los recomiendo en un 50% |
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