Civilizaciones

Había leído toda clase de opiniones sobre Civilizaciones (2019), de Laurent Binet. A favor y en contra. Una forma diferente de imaginar el descubrimiento de América, que en este caso se produciría en sentido inverso. Así que decidí leer la novela y juzgar por mí mismo.

El género de la ucronía es para mí especialmente atractivo, intelectualmente muy estimulante. Sin embargo, los escritores que se lanzan a escribir historia alternativa corren muchos riesgos y se exponen a más críticas que los que escriben ficción “normal”.

La regla de oro para todo buen escritor de ucronías es que, antes de imaginar una historia alternativa, hay que tener un profundo conocimiento de la historia real. Si eso falla, queda reflejado inevitablemente en la narración. Y el resultado queda deslucido. ¿Sucede esto en este caso? Un poco sí.

Para darle la vuelta a la historia, Binet usa un curioso recurso: la presencia más o menos documentada de los vikingos en América del Norte (Vinland). En Civilizaciones, éstos llegan hasta el Caribe. Su legado: la tecnología del hierro, el caballo y una serie de gérmenes ante los que la población local acaba consiguiendo inmunidad.

Después de eso, el viaje de Colón acaba en fracaso. El almirante genovés jamás regresa a España. Los que sí llegarán, usando sus propias carabelas, son los seguidores de Atahualpa, huyendo de la guerra civil que divide al imperio Inca. Su desembarco en Lisboa supone un acontecimiento impactante en a vieja Europa.

Virtudes y defectos
Civilizaciones tiene grandes virtudes: es un derroche de imaginación y originalidad. Los primeros capítulos son fascinantes, además de breves y fáciles de leer. En ellos se sientan las bases de todo lo que va a pasar después. Es el poder del “efecto mariposa”: esos vikingos hambrientos errando con su drakkar por aguas caribeñas no pueden ni llegar a imaginar que van a cambiar la historia del mundo.


Laurent Binet
Otra de las cosas que hacen la lectura agradable son los guiños históricos, como el desembarco azteca en Normandía un 6 de junio de 1544. Son esos detalles los que hacen pensar que la pretensión del autor, más que la de hacernos reflexionar, es ante todo la de provocar.

Sin embargo, también hay otras cosas que no me han gustado tanto. La novela intenta abarcar demasiado, un periodo histórico tan largo y convulso como la Edad Moderna. Es inevitable que haya un montón de flecos y piezas del puzzle que no encajan. O peor, que encajan a martillazos. Los buenos lectores de novela histórica, siempre exigentes, tendrán muchas objeciones que hacer a la propuesta de Binet.

Pero ahora que lo pienso, tampoco es correcto llamar novela a Civilizaciones, pues se trata más bien de una crónica donde el carácter de los personajes apenas se dibuja superficialmente. Conste que esto no es un punto en contra, sólo una observación.

Por último, hay que señalar que existe cierto tufillo de reacción ante el eurocentrismo. El propio Binet así lo ha reconocido en alguna entrevista. Entiendo el juego que propone el autor, incluso me parece muy interesante: darle la vuelta al calcetín. Pero aún así, se idealiza excesivamente la civilización inca y sus valores pretendidamente superiores (no así la mexicana, todo sea dicho), mientras que las naciones del viejo continente quedan reducidas a una simplificación en ocasiones ridícula, especialmente en el caso de España, donde se recurre de nuevo a las exageraciones de la leyenda negra. Demasiado burdo en mi opinión.
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