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Lo primero, reconocer que me ha costado entrar en la historia. Supongo que ocurre debido al salto cultural existente, como cuando lees una novela de la escuela rusa. Jerusalén nos adentra en un país remoto, en un momento histórico que no suele ser conocido en occidente: los años posteriores a la finalización de la II guerra mundial. El cómic comienza algo errático, con muchos personajes y poco detalle histórico, obligando al lector a no ir deprisa, a leer la parte gráfica, a ir hacia atrás. La narración tiene múltiples frentes, todos centrados en los miembros de la familia Halaby, tan rica en matices que ellos solos nos bastarán para conocer las distintas perspectivas sociales y políticas que convulsionaron el país a finales de los años 40. Poco a poco la trama te va atrapando, los personajes van cobrando fuerza, las historias secundarias enriquecen el guion, la crudeza del relato te sobrecoge, y descubres que Jerusalén no es una novela gráfica, sino que es una grandísima novela gráfica. Por lo que cuenta, por cómo lo cuenta, por el sabor de boca que te deja, porque descubres que los odios siempre acaban trayendo muerte y destrucción en los de abajo, y que los padres poco pueden hacer cuando sus hijos ya son mayores y han tomado un camino. Una historia de vida, a pesar de tanta muerte. Muy recomendable. |
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