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Crítica de Guille63


Guille63
13 March 2023
“Estoy exagerando. Todo es muy distinto en el fondo. Todo es siempre muy distinto. Hacerse comprender es imposible”

La portada de mi edición es un fragmento de un cuadro de Pieter Bruegel titulado “El triunfo de la muerte”. En el cuadro completo se puede observar a una muerte triunfante sobre un caballo rojizo urgiendo a sus huestes a no respetar nada, ni riqueza, ni poder, ni belleza, ni inocencia. Únicamente dos figuras parecen hacerle frente, un caballero que sigue luchando aun caído y el elegante príncipe de mi portada, el hombre que encara la muerte lleno de terror, provisto únicamente de una espada y dispuesto a luchar en una batalla desigual y perdida de antemano.

“… y el mundo me pareció de repente realmente siniestro.”

Todo el primer capítulo de la novela lo dedica Bernhard a pintar un panorama similar en cierta forma al cuadro de Brueguel. Un médico se hace acompañar por su hijo mientras realiza su ronda de pacientes. En el camino se toparán con la enfermedad, la muerte, el suicidio, la violencia, el asesinato, malformaciones, atropellos sociales…

“Todo era enfermizo y triste.”

Este capítulo inicial comparte un estilo, digamos tradicional, con su obra anterior, “Helada”, mientras que el segundo, el dedicado al príncipe y su trastorno, es el discurso obsesivo tan característico de sus obras posteriores en el que arremete contra sus dianas habituales, el estado, la familia, la sociedad —esa canalla abominable—, las mujeres, los médicos, —los que menos conocen la naturaleza humana—, los periodistas, los escritores, los artistas —todos esos que andan de forma importante—, la muerte, el suicidio, la vejez —una repugnancia—, la ignorancia, la maldad, la soledad, la incomunicación, el sufrimiento, el hombre en toda su desgracia.

“Todo está dicho. Sin embargo, el hombre sigue hablando.”

Y habla y habla y no para de hablar, de gritar de impotencia y de rabia en su monólogo atropellado y reiterativo en el que en ocasiones se produce un incontrolable estallido de ideas que se superponen unas a otras, algunas con todo el sentido y la fuerza del mundo, otras con un significado críptico sino directamente fruto de la locura del príncipe, de su trastorno, pero todas como expresión de un sufrimiento, que es dónde “el elemento cómico o divertido de los hombres se manifiesta más marcadamente”.

“«La ridiculez con que los hombres se levantan y se vuelven a acostar», dijo, «es siempre, naturalmente, digna de un estremecimiento»”

Una locura que deviene de la incomunicación, de la soledad —el camino de los hombres hacia la repugnancia—, de la certeza de su insignificancia, de la comedia que es el hombre arrastrando su sufrimiento por el mundo entre una “monstruosa comunidad de moribundos”, de la inhumana autoexigencia de lo que de todas maneras es inalcanzable.

“Los conceptos que nos permiten comprender tienen para nosotros la forma del mundo: la forma interna y externa del mundo. Todavía no hemos superado el mundo en nuestro pensamiento. Sólo podemos avanzar cuando hemos dejado al mundo totalmente atrás en nuestro pensamiento.”

Un tormento este del príncipe que también deriva de lo particular de su naturaleza, del frío que está dentro de él y que nunca le abandona, porque hay filosofías que solo pueden tener su origen en unas paredes frías: “Asumimos el espíritu de las paredes que nos rodean.”

Y termino con la cita con la que empieza Bernhard su excelente novela.

“Me estremece el silencio eterno de esos espacios infinitos” Pascal
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