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Crítica de Guille63


Guille63
18 March 2023
¿Existen razones para seguir leyendo a Thomas Bernhard?

Aquellos que no hayan leído a Thomas Bernhard tienen, por encima de cualquier otra, una razón poderosa para hacerlo que es, efectivamente, subsanar la carencia que supone no haber leído a Thomas Bernhard. Pero qué se les puede decir a aquellos que ya han leído tres, cuatro, cinco libros de Thomas Bernhard.

Saben sobradamente que no van a encontrar nada nuevo en esa nueva lectura. Saben con absoluta certeza que volverán a sumergirse en la misma historia que sin trama alguna ya les han contado una y otra vez los mismos personajes egocéntricos, misántropos y pesimistas que se desprecian a sí mismos por seguir en un mundo al que desprecian; personas obsesionadas con proyectos imposibles y enfermas de soledad o de mediocridad o de angustia o de insatisfacción o de incomunicación, que piden a la vida lo que esta no les puede dar y que parecen arrastrar consigo una culpa personal o incluso colectiva en la que la familia, los profesores, el estado y la sociedad toda tuvieron un papel determinante y perverso; individuos con claras carencias afectivas en su infancia y aquejados frecuentemente de problemas médicos que van a precipitar sus naturalezas autocríticas y autodestructivas; quejicas insoportables y elitistas a los que el mundo entero odia, a los que el mundo entero entorpece y obstaculiza, a los que el mundo entero ve como quiere verlos y no como son realmente, a los que nadie en el mundo comprende ni comprenderá jamás.

Personalidades estas que se avienen perfectamente con el estilo, siempre el mismo, que definirá tanto o más a los personajes que el propio contenido. Una forma de narrar extrema, enfurecida, atropellada, repetitiva, que se extiende en párrafos eternos repletos de frases subordinadas que son el relleno de otras interminables frases subordinadas que se van sucediendo en círculos que no pararán de rodar hasta marearte. Un estilo intenso, provocador, histriónico, exagerado, irónico, y sí, aunque sea un cliché mil veces repetido, hipnótico.

Y ustedes podrán preguntarse, si todo esto es así ¿para qué vamos a volver a leer a Thomas Bernhard? ¿Para volver a oírle gritar que todo es inútil, de que no hay nada que se pueda hacer, de que todo es risible cuando se piensa en la muerte? Pues sí, tienen toda la razón, en cada uno de sus libros, y este no es una excepción, Thomas Bernhard se revuelca lujuriosamente en el fracaso, en la felicidad que procura la infelicidad (“Escribir sobre la infelicidad suprema puede ser la felicidad suprema.”), en la sinrazón, en el absurdo de que sea la falta de verdad la gran verdad buscada. Todos sus textos rezuman rabia, una desesperanza rebelde, una repulsa hacia un estado de cosas del que todos son culpables, incluida la naturaleza que así nos creó.

“Siempre lo imposible y, al quedarse con lo posible en el mínimo existencial, el individuo se encuentra siempre insatisfecho en lo más hondo... Siempre queremos algo distinto de lo que podemos tener, de lo que tenemos y de lo que nos corresponde, y por eso somos infelices.”
Entonces, si leer a Thomas Bernhard es esto y siempre esto ¿por qué seguir leyendo a Thomas Bernhard?

Yo lo sé y ustedes también lo saben. Pura y simplemente porque más pronto que tarde sentimos que le echamos de menos, más pronto que tarde nos urge tomar una nueva dosis de esta droga que es Thomas Bernhard. Sin poder ni querer resistirnos, oímos la llamada de ese embrujo incomprensible e incomunicable que emana de su literatura y queremos volver a conmovernos con la fragilidad que esconden sus furibundas diatribas, a emocionarnos con el patetismo de sus personajes en sus ridículos monólogos que, apuntando a todo y a todos, solo disparan contra ellos mismos, a sentir y a compartir la trágica tensión entre lo que creemos poder llegar a hacer y lo que hacemos, entre lo que esperamos de la vida y la vida nos da, en definitiva, entre lo que pretendemos ser y lo que somos. Así, aunque al terminar una novela de Thomas Bernhard se nos pase por la cabeza renunciar definitivamente a Thomas Bernhard, nuestra naturaleza está absolutamente en contra de esa renuncia y no tenemos más remedio que reconocer que todo en Thomas Bernhard “nos es provechoso, y lo más horrible lo más provechoso."

¿Y Corrección, por qué hay que leer Corrección?

Corrección nos habla de Roithamer y su tarea de planear y construir un Cono que estaba destinado a ser la residencia perfectamente adaptada a su hermana y con el objeto de hacerla perfectamente feliz, y es, además de una magnífica expresión de completamente todo lo dicho anteriormente, una amarga justificación de Thomas Bernhard y su empeño por hacer literatura y la soledad y el fracaso que sentía en ese empeño.

Sólo hay que sustituir Roirhamer por Thomas Bernhard y Cono por Corrección o cualquiera de sus otros libros en los siguientes párrafos:

“He construido el Cono, he sido el primero en construir el Cono, nadie antes que yo, yo lo he emprendido todo y he subordinado sólo a esa idea toda mi existencia y todas mis posibilidades, proyectar, impulsar y terminar el Cono.”

“Había querido construir algo especial, una vivienda completamente en contra de las construcciones de los otros, completamente en contra de las reglas y también de las ideas de los otros, completamente en contra de la razón de los otros y, por añadidura en el sitio más peligroso.”

“Me habían hecho reproches por el hecho de que, en general, en una época contraria a ideas así tuviera una idea así, en una época así, que ha adoptado una posición contraria a concepciones y realizaciones así, llevara a la práctica y realizara y, finalmente, terminara una concepción así, y de que, en una época que, en general, era contraria a personas y cabezas u caracteres y espíritus como Roithamer (¡y otros!), él fuera un ser así y una cabeza así y un carácter así y un espíritu así...”

“No estaba interesado en que otros examinasen su Cono, su obra maestra de la construcción, sobre todo los llamados expertos, los expertos de la construcción.”

“Cuando, después de terminar el Cono y de entregar el Cono a su hermana, había vuelto a Inglaterra, había sido completamente evidente que la terminación del Cono no podía ser realmente, como había creído, como había podido creer.”

Ahora solo queda la tarea de pensar qué será lo próximo que leamos de Thomas Bernhard.
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