Niños de domingo

Ingmar Bergman es uno de los mayores genios y artistas del Siglo XX. A lo largo de su trayectoria nos ha regalado obras maestras como El séptimo sello, Persona, Fanny & Alexander, Fresas salvajes... Es tal su importancia que incluso a nivel de ensayos filosóficos, su cine me parece lo más interesante que se ha escrito sobre la muerte, la infancia, las creencias, la sexualidad en los últimos 80 años. Como podéis ver, es una de las personas a las que más he idolatrado en este mundillo, por lo que igual puedo pecar de subjetivo y pase por alto cosas con las que un cinéfilo o lector promedio se atasque, como puede ser que a veces su ritmo sea más lento que en el cine convencional o la excesiva teatralidad de sus propuestas, pero todo forma parte de su experiencia y yo no lo cambiaría por nada. Niños de domingo es la obra central de su trilogía familiar, y en mi caso ha sido mi punto de acceso a ella. Con ese estilo inconfundible que le caracteriza y, siendo algo más rebelde que en otras ocasiones, Bergman nos trae un híbrido entre Fanny & Alexander y Fresas salvajes. Trata todos los temas de su obra anteriormente mencionados y creo que es más accesible que la mayoría de sus películas, por lo que la recomendaría encarecidamente a todo tipo de lector, sea fan del sueco o no. Sobresaliente. Yo ya estoy deseando hincarle el diente a La buena voluntad y Conversaciones íntimas.