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Cuando me aproximé a «Entremuros», pensé que sería una historia más simple, una aventurilla de ladrones, entretenida, pero sin muchas pretensiones. Pues qué equivocada estaba, señoras y señores. Lo que tenemos aquí es una trama plagada de acción y secretos, un mundo que, si bien aún no es muy extenso, sí está bien enraizado, y un sistema de magia alucinante: complejo, lógico, original y, para mí, muy bonito. La inscripción se basa en el uso del lenguaje para "convencer" a objetos de que son otra cosa, de que tienen características diferentes a las naturales, de que se encuentran en un entorno diferente al real... Todo ello para lograr que actúen de una forma específica que sirva de provecho a las personas. Esta capacidad es maravillosa, pero, como tan bien ha sabido mostrar el autor, el ser humano es, en muchas ocasiones, ambicioso y ególatra, por lo que en el mundo de «Entremuros» acaban surgiendo determinadas familias muy poderosas que controlan al resto de la población gracias al dominio de este poder, capitalizado e industrializado para el enriquecimiento de unos pocos, mientras que el resto de la comunidad pasa hambre y se hunde en la decadencia. En este contexto vive Sancia, una joven ladrona especialmente dotada gracias a una habilidad especial para entender las inscripciones. Su último encargo le iba a reportar grandes beneficios, pero el artefacto resulta tener un valor mucho más importante que el dinero. Un poder que podría cambiar las leyes del mundo para siempre. Además de Sancia, también conocemos a otros personajes importantes que acaban aliándose en pos de un mismo objetivo. Todos ellos están muy bien construidos, grises en su mayoría, y conocer sus perspectivas aporta riqueza y dinamismo a una historia ya de por sí MUY completa. No os dejéis llevar por prejuicios por la etiqueta de "juvenil". Lo que hay detrás de «Entremuros» es una de las historias de fantasía más elaboradas y complejas que he leído últimamente, con muchos detalles y giros. Un libro que demuestra que la literatura juvenil no tiene por qué ser banal y superficial. |
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