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Quien ha estado enamorado sabe que va tener que marcharse. O aceptar que sea el otro el que se vaya. Reconocerá en este par de frases un dolor que va invadiendo el pecho, como si subiera la marea. Hasta llegar a la garganta y anudarse ahí, con todo un amasijo de recuerdos. Una ruptura es un desgarro. Es una herida a traición, una pequeña catástrofe natural, un imposible. Lo fatal. El mundo que conocíamos ya no es igual. Es como si la Metro Goldwyn-Mayer hubiera producido a la inversa el viaje a Oz y, del Technicolor, hubiéramos regresado a un blanco y negro opresivo y decadente, presagio de un tornado. Tu lado del sofá (Aguilar, 2018), de Patricia Benito es un adiós. Son los trozos que han sobrevivido al naufragio. Esa imagen que nos devuelve el espejo y en la que no nos reconocemos. La soledad, que poco a poco, va enseñándonos a convivir con nosotras, que nos dice «¿por qué no?» y nos empuja fuera de nuestro círculo de confort en el que nos hemos hecho una bolita doliente y del que creíamos que jamás volveríamos a escapar. «(...) Es recuperar -por fin- el metro sesenta desde el que partí». Después de la tormenta, sale el sol -porque «it can't rain all the time»- y, aunque el tiempo no lo cure todo, miramos al otro lado del sofá y, el hueco de su ausencia, ya no nos taladrada el corazón. Ya podemos acurrucarnos a recuperar nuestro espacio, nuestro yo. Porque, aunque haya trenes que pasen solo una vez, a veces un viaje ya resulta demasiado -por breve que haya sido-, y hay que saber en qué estación coger la maleta y bajarse. Y no mirar atrás. Enlace: https://www.instagram.com/mi.. |
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