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"A menudo había tenido la impresión de estar al borde de algo grande e inimaginable, sensación que siempre daba paso a una añoranza indefinible que la hacía sentirse irritable y enfadada." «¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!», que decía el maravilloso tango del maestro Enrique Santos Discépolo. Segundo libro que leo y segunda vez que me quedo tan maravillado por su maestría como asombrado por su anonimato. Cómo puede ser tan desconocido en mi país este hombre, cómo puede tener publicadas únicamente una novela y tres libros de cuentos prácticamente descatalogados. Un autor que, pese a la medianía de sus personajes, consigue en muy pocas líneas enredarnos en sus vidas, que nos reconozcamos en las reacciones, sentimientos y pensamientos de estos hombres a los que la vida les pesa demasiado, que no pueden evitar, aunque lo deseen, ser como son, que no han tenido suerte en el reparto de dones y circunstancias, a los que la vida, de pronto, les ataca por todos los flancos para hacerles saber que "La vida es frágil, todo se puede escapar en cualquier momento". Hombres que no tienen más remedio que seguir siendo ellos mismos en la existencia que les ha tocado vivir. "En algún sitio había leído que, si se amontonaran todos los problemas del mundo en una gran pila y todo el mundo pudiera elegir, cada uno probablemente volvería a llevarse los suyos." Historias de poco más de veinte páginas, centradas en un día o en una escena o en un breve encuentro o en una llamada telefónica, completadas con flashbacks acerca del camino que les ha llevado a la posición en la que ahora se encuentran, con abundantes, maravillosos y reveladores diálogos, en las que el autor nos habla de la complejidad de los vínculos que mantenemos con la pareja, amigos, padres o hijos, de la relación que establecemos con la vida y con la muerte, propia o ajena. "...me resulta, eh, en fin, en cierta manera reconfortante que dejemos un vacío tan enorme en todo cuando nos vamos." En mi comentario a "Alguien que me cuide" cito a autores como Ford, Carver o Wolff, añado ahora a otros como Yates o Cheever. Si les gustan todos estos autores disfrutarán de la lectura de estos textos; si les atraen las historias de gente gris carentes de méritos como no sea el de buscarse problemas o el de hallarlos sin buscarlos, tratados de una forma compasiva y con un humor exquisito, saborearan con placer la mayoría de estos cuentos; si además comparten gustos conmigo, buá, fliparán en colores. ¿todavía se dice esto de fliparán en colores? Bueno, pues eso, lean a Bausch y ya me dirán. |
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