Mis cien demonios

Todos tenemos un montón de demonios que nos acompañan en nuestra vida diaria, unos más pequeños, otros más grandes, pero que influyen en las decisiones que tomamos, en el camino que seguimos, en los miedos que rigen nuestra vida... Lynda Barry los ha contado y le salen cien, que pueden parecer muchos, pero seguro que cualquiera de nosotros se pone a echar cuentas y le salen los mismos por lo menos.

El primer trabajo, el primer beso, los recuerdos de la infancia, la relación con su madre, el barrio en el que creció, una inquietante ineptitud para seguir el ritmo de la música... Pequeños demonios que hacen de Barry la mujer que es y que se ha decidido a contar en un ejercicio de desnudez lleno de colorido, pero que esconde un trasfondo ciertamente duro y traumático.

Personalmente, me decidí por este libro porque me recordaba a las historias de Liniers o Kioskerman, y debo decir que no me ha decepcionado. He encontrado ese toque de cotidianidad, intimismo y minimalismo para enmarcar historias terriblemente profundas, y a la vez un remate ácido y unos dibujos que me han recordado mucho a los de Dilbert.

La infancia y la adolescencia de Lynda Barry seguramente no fueron fáciles: una relación difícil con sus padres (sobre todo con su madre) y el hecho de pertenecer a una familia de orígenes humildes y extranjeros, además de todos los problemas que vienen de serie con esas etapas de la vida; no obstante, consigue que su libro sea una conjunción de experiencias coloridas, llamativas y sencillas, como la vida misma, pero, a la vez, si uno se acerca, se puede observar toda la profundidad que albergan en realidad.
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