El desierto y su semilla

Desconocía absolutamente a Jorge Baron Biza, posiblemente se deba a que esta fue su única novela, publicó también un libro de ensayos y varios artículos en periódicos. Además de escritor fue traductor, editor, profesor, crítico y escritor fantasma para varias editoriales (qué libros habrá escrito bajo esta figura). Agradezco que Eterna Cadencia lo haya publicado aquí en España.

El desierto y la semilla es un libro inclasificable, una novela de autoficción, un relato fantástico, un libro de horror, un tratado, todo esto junto, es decir, una gran novela, de esas que te atraviesan. La histioria surge en la voz de Mario Gageac (alter ego del autor) quien lleva a su madre al hospital y se encarga de sus cuidados, después de que Arón, su padre, le desfiguara el rostro con ácido, a punto de firmar su divorcio.

La reconstrucción del rostro de Eligia nos sumerge en un tratado sobre el dolor y la carne, que no toma en cuenta términos como el bien y el mal, si no que lejos de ellos busca dar sentido al vínculo familiar, a la vida y la memoria, sin metáfora pero de una manera tan intensa como conmovedora. Y vemos ese rostro en reconstrucción como un pasiaje, como una obra de arte, en detalle los colores cambiantes de la piel, la carne de su madre moviéndose en diferentes direcciones, las costras haciéndose también por dentro, un viaje profundamente poético que parte del horror y es mordaz en el lenguaje.

Parte de la novela transcurre en Milán, Eligia y Mario viajan para continuar el tratamiento, aquí nuevamente, con un tono distante y con lupa narra la evolución de un rostro que jamás será el que fue. Aparece Dina, una prostituta con quien pasa gran parte de su tiempo fuera de la clínica, esta amistad nos lleva nuevamente a la carne, al sexo, a lo grotesco de la noche y plaga el libro de escenas extrañas, rocambolescas, absurdas, todas sin desperdicio alguno.

Es, en definitiva, una novela maravillosa, de una escritura pulcra y contundente, dura y punzante, sumamente bella, de esas cuya atmósfera te acompaña un tiempo después de haber terminado su lectura.