El tejido de los días

Primera novela que leo de este autor y la verdad es que me deja con ganas de volver a repetir en alguna otra ocasión porque he disfrutado mucho con esta historia y a pesar de su más de seiscientas páginas, es un libro que se lee de forma muy ágil.

La novela nos sitúa en Zaragoza en Enero de 1950. Allí llegará Julia, sola y embarazada de Miguel, un hombre que amaba y con que pensaba construir su futuro, pero el destino tenía otros planes y ahora la primera visita de Julia será el cementerio de Torreno, donde está enterrado Miguel.

Sola en una época tan delicada para una mujer embarazada, que además no estaba casada, Julia decide aprovechar la buena situación económica en que Miguel, hombre previsor, la dejó, para no hundirse en la misera y montar un salón de alta costura. Para ello contará con la ayuda de Rosita, una joven que cose maravillosamente y que estará encantada de dejar a su anterior jefa, que además de no apreciarla como sí hace Julia, la maltrataba continuamente. Las dos trabajarán duro para que pronto las señoras de buenas familias empiecen a encargarles sus nuevos vestidos. Una de sus mejores clientas será la señora Monforte, casada con un prestigioso abogado al que tendrá que recurrir Julia, para solucionar algunos problemas que le surgirán tras el nacimiento de su hijo, precisamente por no estar casada con Miguel, por más que él antes de morir dejara firmada una declaración de paternidad.

La vida de Julia y Rosita, se irá mezclando con la de los Monforte y con las personas que trabajan a su servicio, Sebastián, el chofer de la casa, Antonia, la doncella, Rosario, la cocinera, Vicente, el portero...

Con este elenco de personajes, esta novela coral adquiere un tinte folletinesco, que a mí me ha parecido entretenidísimo, sobre todo porque al haber tantos personajes, hay una serie de subtramas muy interesantes y también muchas personalidades muy diferentes y el contraste entre algunas es un auténtico abismo.

Por ejemplo Julia es una mujer muy moderna para su época, en eso ha tenido mucho que ver Miguel y su experiencia en la vida y sobre todo el haber estado en otros países y luego tenemos a Antonia que vive pensando única y exclusivamente en dedicarse a cuidar a sus padres y a su hermano cuando se ordene sacerdote, allá donde quiera que lo manden, sacrificando un futuro en el que ella misma podría formar una familia, una mujer para la que prácticamente todo es pecado y a la que Julia intenta explicar que no todo es como a ella le han enseñado. Desde luego para una lectora de hoy día entender lo asumido que Antonia tenía su destino es complicado, pero así era. ¿Cuántas Antonias no habría en esa época? Desde luego muchas más que Julias.

El autor hace un trabajo magnífico a la hora de describir la ambientación de la novela y la forma de ser y de pensar de una época, que aún más de diez años después de la guerra, no acababa de avanzar. Veremos el contraste entre quienes seguían pasando necesidades, a veces auténtica hambre ante la escasez de muchos alimentos, y quienes, como en la casa de los Monforte, por ejemplo, no es que no les faltara nada, es que sobraba de todo. ¿Cuántos secretos hay entre las paredes de los Monforte?

Conoceremos también la parte más oscura de algunos personajes absolutamente faltos de escrúpulos, dispuestos a lo que sea por satisfacer sus más sucios instintos y veremos que a veces las cosas se iban cocinando a fuego lento, desde generaciones atrás sabiendo que en algún momento todo acabaría explotando, pero... ¿Cómo afectará esa "explosión" a todos estos personajes?

Por ponerle un "pero" pequeñito, diría que quizás en el final, me ha parecido que se desvelan muchas cosas de sopetón en pocas páginas, pero aparte de eso, yo os invito a leer esta novela coral y costumbrista, de lectura ágil, que puede asustar al primer vistazo por su tamaño, pero de verdad que es una lectura muy amena en la que se avanza muy rápido y a más de uno os trasladará en el tiempo. Yo misma he viajado al pasado con el consultorio de Elena Francis que empezó a emitirse en los cuarenta hasta los ochenta (de verdad no sé cómo aguantó tanto, teniendo en cuenta las barbaridades que aconsejaban).

Recuerdo perfectamente la sintonía del programa y volver del colegio por las tardes y ver a mi madre tejiendo mientras escuchaba las cartas que se enviaban a este "consultorio", aunque evidentemente ni me fijaba en las respuestas y seguramente tampoco las habría encontrado tan descabelladas como las veo hoy.

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