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Crítica de Guille63


Guille63
12 March 2023
Monterroso es universalmente conocido por ser el autor del célebre cuento más corto de la historia de la literatura, El dinosaurio, incluido en este tomo, y que quién más, quién menos hemos aprendido de memoria sin excesiva dificultad.

No todos los relatos son tan breves, aunque la brevedad, la concisión y la claridad serán siempre objetivos literarios del autor en cada uno de sus cuentos que, seguramente por ello, serán piezas magníficas de las que usted saldrá más feliz y más sabio.

Efectivamente, usted, futuro lector, podrá aprender economía con el estudio de la evolución de una empresa que monopoliza la producción de un artículo, su surgimiento, su bonanza, los problemas a los que debe hacer frente su producto, tanto por la oferta como por la demanda, en fin, el ciclo de vida de una empresa que permitió a su propietario pasar del “si no se siente envidia de los ricos la pobreza no deshonra” al “ser millonario no deshonra si no se desprecia a los pobres”. Por cierto, los productos son cabezas humanas reducidas.

Si usted pertenece a “esa taciturna porción de seres humanos que encuentra en la conmiseración ajena un lenitivo a su dolor” y no quiere abrumar permanentemente a familiares y conocidos con sus cuitas, con el descrédito que ello termina conllevando, aquí encontrará una posible solución a su problema de comunicación y demanda de compasión.

Reconocerá, en contra de lo que en un principio pudiera usted pensar, lo pernicioso que sería encontrar y dar a conocer al mundo los movimientos finales de la Sinfonía inconclusa de Schubert, lo malpensado que es usted al juzgar las obras de caridad que con tanta generosidad realizan las primeras damas, el quizás algo excesivo paternalismo del mundo civilizado con el por él así denominado mundo salvaje, lo poco que debe fiarse de los narradores de historias, más si se trata de narrar la suya propia…

Conocerá a Leopoldo, un gran amante de la lectura y poseedor de una irreductible vocación de escritor que, desde los diecisiete años dedicó su vida entera a las letras. Lamentablemente, Leopoldo adolecía de un defecto: no le gustaba escribir.

“Desdeñaba tanto la gloria que, generalmente, ni siquiera terminaba sus obras. Había veces, incluso, en que ni se tomaba el trabajo de comenzarlas.”

Sí, ya desde el propio título, encontrarán muchos ejemplos de su humor en estos relatos, siempre revuelto con la seriedad, aunque nunca con la gravedad, algo que no se permitía el autor. Pero también habrá momentos en los que se estremecerán, como ante la presencia de ese padre amantísimo que si no fuera porque era su hija confesaría su odio hacia ella, o la de ese pobre gigante que, por lo que los envidiaba, soñaba que era un enano que no llegaba a las aldabones de las puertas, o esa pobre señora que ante un auditorio estupefacto dio rienda suelta a sus patéticas congojas, o con ese literato erudito al que no le salva de su miserable comportamiento la tortura en la que ha vivido desde aquel verso que nunca se atrevió a decir.

En fin, como dijo aquel, esto es todo lo que encontrarán en los papeles de Monterroso salvo alguna cosa. Que ustedes lo disfruten.

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