Arturo, la estrella más brillante

A veces nos topamos con libros tan peculiares que poco se puede decir de ellos. 𝘈𝘳𝘵𝘶𝘳𝘰, 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘳𝘦𝘭𝘭𝘢 𝘮á𝘴 𝘣𝘳𝘪𝘭𝘭𝘢𝘯𝘵𝘦, con su desenfrenada verborrea y su apasionado lirismo, me ha conducido hacia un mutismo involuntario del que no sé cómo escapar. Parece que el autor hubiera arrastrado todas las palabras del universo hacia sus páginas, dejándome única y exclusivamente los puntos finales para que no pudiera agregar nada más. Hay historias que simplemente merecen eso: silencio, pausa, sigilo…

𝘙𝘦𝘪𝘯𝘢𝘭𝘥𝘰 𝘈𝘳𝘦𝘯𝘢𝘴 vivió una vida igual de intensa que su obra. Fue perseguido desde su juventud por su crítica contra el gobierno y por su abierta homosexualidad, considerada en la Cuba de los 60 como una conducta impropia y contrarrevolucionaria. Fue encarcelado durante dos años y tuvo que arrepentirse de su orientación sexual y prometer que no escribiría nada más en contra del régimen para poder salir de allí y exiliarse a Estados Unidos. A pesar de intentar cambiarlo y silenciarlo, el autor ya se había convertido en todo símbolo de lucha y libertad.

𝘈𝘳𝘵𝘶𝘳𝘰, no es una obra autobiográfica, pero cualquiera lo diría a juzgar por todo lo que tuvo que atravesar el autor a lo largo de su vida. Entre la magia, el delirio y la realidad, Arenas relata la experiencia real de un preso en uno de los campos de concentración para homosexuales que existieron durante el régimen castristas de Cuba, lugares desprovistos de humanidad, donde se trataba de reeducar a base de dolor y trabajos forzados.

Como podéis deducir no es una obra fácil de leer. Su contenido es desolador. Aunque lo es más aún la forma en que está escrito: en una única frase, sin un solo punto o divisiones de párrafos, impetuoso, apurado, como si el autor temiera que le robaran las palabras antes de poder expresarlas.

A pesar de eso, no es un texto que asfixie o que genere ansiedad. Todo lo contrario. Logra sumergirte por completo en una burbuja ambigua y disparatada donde la desesperación y el horror conviven con elefantes regios, donde la imaginación se convierte en un acto de salvación frente a la violencia.