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«[...] y pensó, en ese momento, que las pequeñas treguas que por unos instantes se suelen disfrutar casi en cualquier sitio –la sombra de un árbol, la visión de un cuerpo espléndido, la frescura del agua al pasar por la garganta sedienta–, no eran realmente treguas, sino requisitos necesarios que debe observar toda calamidad, toda desgracia, para que quien la padezca pueda establecer diferencias y sufrirla conscientemente, plenamente [...]» Inicio con una frase que solo cabía en las imágenes si la cortaba, pero me parecía tan importante y definitoria que no podía dejarla fuera. «Arturo, la estrella más brillante» es exigente. Si habéis leído alguna otra publicación al respecto que no tiene ni un punto ni medio, y su narrativa es tan abstracta que requiere de todos los sentidos puestos para enterarte de qué está pasando. Esto quizá suponga un hándicap a la hora de disfrutarlo, así que prefiero avisar y reiterar lo que mis compañeras han dicho. Fuera de ello, y sin ser yo una gran fan de la poesía, he de decir que el libro me llegó al corazón. No sabría calificarlo en una escala cuantitativa, y como habréis visto no le he puesto ni puntuación, pero ha sido una lectura MUY enriquecedora. Y lo ha sido por sus temáticas, por sus recursos, por la pieza de historia que nos cuenta acerca de esos «campos de reeducación» en el que reunían, entre otros colectivos, a homosexuales para explot4rlos como mano de obra gratuita. Un dato para ilustrar la t0rtur4: «El exagente de la Dirección de Inteligencia Norberto Fuentes estimó que de aproximadamente 35.000 internos, 507 terminaron en salas psiquiátricas, 72 murieron por t0rtur4s y 180 se su1c1d4ron» (dato extraído de Wikipedia, a su vez extraído del libro «Dulces guerreros cubanos» de Norberto Fuentes). Una barbarie. Reinaldo Arenas confecciona un relato sobrecogedor y repleto de simbolismo. En él ilustra cómo la mente de Arturo se sumerge en sí misma, se evade para no soportar el h o r r o r. Todo lo que pasa oscila entre la realidad y la fantasía y el escapismo es pura supervivencia. Ese frenesí con el que Arenas escupe lo que pasa en la cabeza de Arturo me ha parecido brillante, porque sentía su desesperación y su enajenación. Al final «Arturo, la estrella más brillante» es también una experiencia. Y con eso me quedo aunque no haya sido la lectura más ligera. |
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