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Así es la manera en la que Arturo huye de la realidad. Porque ésta pesa, machaca y aniquila. Es un ejercicio de supervivencia. Arturo construye una realidad líquida y propia que le aleja de la crudeza que está viviendo en los campos de trabajo forzado. Oficialmente se conocían como Unidades Militares de Ayuda a la Producción, en Cuba de los años 60, pero en realidad eran como cárceles. Lugares crueles e inhóspitos donde recluían a hombres homosexuales que detenían en lo que llamaban “recogidas” para una reeducación privándoles de su libertad. Pfff. Arturo retrata jornadas llenas de violencia y de deshumanización debido a prejuicios y homofobia. Obligados a trabajar de sol a sol sin descanso y escasos víveres. Esto se mezcla con sus propios pensamientos y conflictos personales que se reflejan cuando menciona a su madre. Es una lectura exigente y vertiginosa porque no hay ni un solo punto en la narración. Pero que eso no os eche para atrás, porque aunque suene precipitada, una vez que estás dentro de la historia, no puedes parar de leer por la forma de narrar de Reinaldo. Me imaginaba las descripciones como planos secuencia. Deciros que Reinaldo me ha recordado a Pedro Lemebel por la manera de describir y por el componente político, porque este texto no deja de ser una denuncia de hecho atroces. He sentido este libro importantísimo. Me quedo con la necesidad de que llegue a más personas. Gracias por la confianza y por darme a conocer a Reinaldo. Que viva la literatura reivindicativa |
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