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En lo positivo, destaca la prosa resuelta del autor. Eso sí, salvo en casos contados donde el circunloquio es tan rebuscado que se escapa el sentido de la frase; "La tierra africana que convocó Antoine se negó a cubrir la fosa común que abrieron los sanguinarios...", . En lo demás, la sensación que impera es la de que a la novela le ha faltado un severo ejercicio de desbaste. Menos siempre es y será más. El barullo de episodios de la biografía de cada personaje, curiosamente, no guarda la función operativa de definirlos en su presente. En ese último espacio temporal quedan sólo esbozados y, si acaso, encajados en clichés. La prosa que maneja el autor bastaría como para formalizar una historia con enjundia, sin embargo, no brilla porque el relato es deslavazado. Salta continuamente entre tramas y así, pierde todo hilo conductor. El relato parece salir a borbotones sin orden ni sentido. Igualmente, me consta que hay lectores que priman este tipo de historias con un ritmo tan dinámico que recuerda a los flashbacks que solemos ver en un relato filmado. Para dicho público esta sería una buena opción. |
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