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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
27 December 2017
La historia de Adriana es la de todas esas mujeres, las cenicientas del nuevo milenio, que cada día vemos y reconocemos a nuestro alrededor. Mujeres jóvenes, o no tan jóvenes, pero en definitiva mujeres, atrapadas en triángulos que cambian de forma y cuyos lados, dependiendo del momento o la situación, pueden ser equiláteros, escalenos o isósceles; pero eso sí, siempre son triángulos flexibles que alargan o encogen esos lados, acercando o alejando distancias; unas veces por voluntad propia y otras por voluntad de otros.

En Besos sabor a café, Raquel Antúnez quiere radiografiarnos una parte de nuestra global y compleja sociedad. A través de su libro vemos como nos introduce temas tan actuales como el desempleo o la violencia de género, hilados con otros más dulces como pueden ser el amor, el erotismo, la imaginación y el cumplimiento (o no) de los sueños. de este modo, Adriana, protagonista a lo largo del libro, nos va exponiendo siempre en primera persona todas esas vivencias, y gracias a ellas nos adentramos en realidades que al final resultan fantasías, y fantasías que se convierten en realidad... pero siempre desde ese triángulo que por un lado la maltrata y la asfixia, y por otro parece que la libera y la resucita. Dependiendo del lado al que nos refiramos, estaremos hablando de Álvaro o de Carlos.


En este punto pienso que Adriana tiene la necesidad constante de apoyarse en uno de esos lados: en Álvaro, nuestro sapo convertido en madrastra, ya sea por costumbre o dependencia, o en Carlos, el hada madrina que se convierte en príncipe; la varita mágica que todo lo soluciona, la nueva luz a la que hay que dirigirse... él representa todo a lo que aspira y por lo que sueña.

Así, en el libro descubrimos sapos, perros, hadas madrinas y príncipes encantados o encantadores; y dependiendo del momento o de la página que estamos leyendo tropezamos con unos u otros... o con todos. En definitiva, un popurrí de seres que se mezclan y se aromatizan a través de esos Besos sabor a café.

La incógnita que se me planteaba a lo largo de toda la lectura era si Adriana sería lo suficientemente honesta para ser ella misma y romper con ese triángulo que la enredaba y del que parecía que no podía prescindir; en definitiva, para descubrir si era capaz de conseguir ese nivel de honestidad y entonces luchar y superarse a sí misma sin necesidad de otros. Hay que leer la novela y descubrir el resultado: si al final Adriana encuentra esa fuerza vital o necesita de un príncipe que la complete y la dirija.

En definitiva, cada uno tiene su historia y la cuenta como quiere o puede... algo que siempre se tiene que valorar, porque no todos tenemos la energía y el coraje de contar historias.
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