Me gustan las cartas. Me gusta Chéjov. Me gusta su modo de escribir: conciso, pero muy descriptivo; simple y a la vez poético; con historias sin trama y sin final, como cualquier momento de una vida capturado en una fotografía. Un fotograma en unas cuantas líneas. Nunca escribiré como él (por suerte tampoco lo pretendo) y, aunque prefiero al Chéjov más íntimo, ha sido un placer leer esa correspondencia con ellos y ellas, pero sobre todo con su hermano, con Gorki y con Suvorin. |