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Y me dijo Raúl Ansola : "paseando por Londres en 2008, miré entre los barrotes de la verja de un cementerio y, tras ellos, a lo lejos divisé un columpio. La imagen me impactó tanto que, dos años después, supuso el título de esta antología". Un columpio en un cementerio, no puedo imaginarme una imagen más triste, alguien pensó que tal vez le haga la muerte más llevadera a un niño. Debe de impresionar ver ese columpio balancearse en un día de viento, quién sabe entonces si en verdad es la brisa quien lo mueve… El libro no llega a las cien páginas con siete relatos breves, cerrando lo que podría ser una novela corta. Entre amaneceres, la caída de la tarde, ese crepúsculo, nuestro autor se moverá entre toda clase de cielos y colores, diferentes tonos de luz ambientados en cada historia, recreándonos en un entorno único . Relatos donde el tránsito hacia algún sitio será de la manera que menos esperas. Escritos con un fondo de ternura , pero no puedes evitar ponerte triste , son relatos especiales donde el fin llega por llegar , no hay accidente, no hay enfermedad, pero alcanza a los protagonistas como si de una llamada del más allá se tratase. Es lo que hace tan extraños estos cortos, no llegas a saber nunca qué fue de ellos, ni dónde están, estaban ahí pero simplemente ya no se encuentran entre los vivos. Nuestro autor quiso que sintierais el dolor de ese vacío, entendió en cierta forma que nada se marcha del todo si lo sigues recordando, que el recuerdo es lo más importante para ellos. Intentó y logró hacer que cada historia tuviera vida propia, desde un niño caminando de noche por el pasillo de su escuela siguiendo un sonido conocido… Nicoleta , una niña que desapareció en los lavabos del colegio , un misterio con un toque de advertencia de cómo los medios de comunicación llevan el asunto de las desapariciones. En un cementerio donde alguien deposita flores blancas, sabremos de una hermosa historia , entenderemos que el dolor por la pérdida puede ser para siempre. Leeremos de madres que se niegan afrontar la realidad, adolescentes que sin un motivo sienten la tentación de marcharse ..pesadillas con espejos que al despertar no saben distinguir si soñó o fue algo real.. y el relato que más me gustó de todo el titulado: La habitación blanca. Éste me impresionó de manera brutal, que una madre lo vea en sus sueños, pero no en la edad en que murió, sino más adulto, y la llame… Llegaremos a lo que yo identifico como novela corta, de todos los leídos el más largo. Imaginaros, si podéis, un pueblo donde van desapareciendo los niños, pero no desaparecen mientras los pierdes de vista, no, lo hacen incluso delante de ti, hace un instante lo llevabas de la mano y ahora tu mano está vacía… es como un relato de esos de otra dimensión . Todos ellos narrados de forma onírica cuidando los detalles más simples. Esa portada en sí , ese columpio dentro del cementerio evoca perfectamente lo que Raúl Ansola quiso escribir, que sintáis ese abandono que queda cuando alguien ya no va a regresar, cuando ese niño ya no se balanceará más , aun así alguien le puso un columpio para decirle que no hace tanto tiempo estuvo vivo . Una maravillosa antología, por bien escrita, por especial y porque se necesitan relatos que nos recuerden que seguimos vivos y que tal vez la vida sea una putada para muchos, pero estamos vivos y no, no hemos desaparecido. Grande Raúl, grande. |
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