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Crítica de Yolib


Yolib
04 April 2023
MOSTAZA. Mikel Alvira


Valerio de niño fue a una montería con su padre en Cáceres y aprendió que él no sería nunca un hombre humilde y humillado, porque a uno de los que acarreaban los aperos, le reventaron la cabeza con un tiro perdido de un señorito. Mucho más adelante supo que el hombre humilde y humillado muerto en la montería, había sido vengado por uno de los suyos, que disparó a su vez en la cabeza al señorito asesino.
Por eso, Valerio se ha convertido en un hombre de éxito. Pero ahora con 55 años, ingeniero de diseño, viudo, con una hija, Claudia, inefable, como él la describe, muy encumbrada en su trabajo, y a la que echa continuamente de menos porque nunca tiene tiempo para él, la vida se le ha venido encima, a él y a sus calcetines rojos, y se toma un descanso de su empresa Espacio Aire, del cáncer de su amiga y socia, Mercedes, de un Madrid esperpéntico, de sus costumbres relajadas, de su esnobismo, y se va a la finca de Rosa, su amiga, de tetas operadas y dueña de la plantación de mostaza.
Allí conoce a los guardeses Tino y Marcela, dos personajes estupendos. al comienzo de la novela, Rosa le habla de ellos en la Pag.24: “Marcela y Tino son peculiares. Nadie sale intacto cuando los conoce”.
Valerio sufre por todo y además tiene un TOC, que le obliga a enumerar todo lo que tiene a la vista en cada momento, todo lo que siente continuamente: “doce exámenes, tres suspensos, cuatro citas y un anhelo después…” La presentación del libro ya es un anticipo del protagonista y su necesidad de hacer listas, o como él dice de contar: “La vida es eso que sucede mientras contamos lo que no importa. Un, dos, tres, cuatro…Listas y más listas de cosas insustanciales. Y entre tanto la vida, pertinaz, insondable, caradura, nos gana la mano y nos recuerda que por mucho que contemos y contemos, nada sucede como lo habíamos previsto”
Las cavilaciones de Valerio van sucediéndose y en muchas de ellas termina con “Punto en boca”, o, “Poco más que añadir”- En mi opinión para concluir que todo lo que sucede es irremediable, y está sujeto a la inexorabilidad de la vida, del tiempo.
Sigo leyendo los soliloquios de Valerio mientras pasea por la finca, y me atiborro con tanta idea, y hasta me sorprendo intentando descifrar significados, ¿qué insinúa en la pag.47 “Ay gran Faulkner; William Faulkner, que deglute al plagiador en “Amanece que no es poco”? Ahí me paro, y pienso: “busco información sobre esta frase, o sigo leyendo, veamos que si me destruye una de mis pelis de culto, dejo el libro como me llamo Yoli”. Pero insisto y ¡ale! a descubrir el mundo de lo taumatúrgico, mira que el Sr. Alvira se está poniendo prolijo en el paseíto de Valerio. Y también intensito, porque la foto de los guardeses le llena de estupor al protagonista, y el tema, pues para mí, no daba para tanto, pero bueno Yoli espera, tú espera que alomejor hasta se vuelve mejor esta novelita que Valle Inclán tildaría de estupenda, en fin... Sigo con la lectura y me encuentro con algunas cositas chulas como lo de despertar dragones cuando le asalta el insomnio a Valerio, o cómo recuerda a Umbral, o a Juan Luís Galiardo en su Madrid hogareño, y a descubrir el agua austriaca. Pero todo eso no me engatusa, hasta ahora las páginas leídas me parecen las elucubraciones de un escritor que se quiere desempeñar con el lirismo de un poeta.
Por supuesto viene lo mejor con el personaje de Tino, el guardés de la finca de mostaza, dotado de unos conocimientos sobre la cultura de la belleza extraordinarios, y resulta que había sido profesor de literatura: (pag. 71) “de la pizarra a la mostaza, laberintos de la existencia. ¡Si Capote se enterara!” Tino es un gran filósofo, me ha gustado mucho cómo enseña su idea de trascender en la vida, no solo el tener un hijo es trascender, (pág.73) “también están la poesía, el arte, las buenas acciones, la generosidad...” Ama con intensidad a Marcela y asegura que es explosiva, y resulta que sí, que el personaje es explosivo y con mucho por desarrollar.
Él no quiere ser pesado, ni pedante, ni alambicado, porque quien es así, es su creador, ¡ay Alvira! de dónde has sacado tanto circunloquio para exponer tus vastos conocimientos. Como tú mismo dices, mi lectura está siendo un trampantojo de gracietas, como lo de los sexadores de moscas, o lo de que (pág.84) “la perfección es solo lograr la armonía de lo imperfecto” según el personaje de Rosa
Y después cuando comienza la tormenta, y Valerio sigue con sus tribulaciones, en medio de un aguacero descomunal, a él se le ocurre pensar en si las patas delanteras de las moscas son las manos y que en odiar palabras era una colección, como digo una novela llena de casi humor, en la que apenas pasa nada, salvo que el protagonista no para de contar, enumerando todo lo que encuentra en su camino.
En los últimos capítulos viene la tragedia, la que ha estado rondando desde el principio, Kique, el hijo de Rosa ha muerto. Ahora sí que la novela se convierte en el ensayo más fiel que yo he leído sobre la pérdida más dolorosa de todas, la muerte de un hijo, sobre la tristeza, sobre el dolor más agudo de la vida, sobrevivir a los hijos, perder a la esposa de joven con un bebé al que criar: pág133 “¿Y si los muertos son la luz de nuestras bombillas?
Ya dijo el gran Denzel Washington en Déjà vu: todo lo que se tiene se pierde, la juventud, los padres, el amor, por mucho que te aferres a ello, todo se pierde . al final de la novela el mismo autor dice: ¿No se trata de despedirnos porque vivir es preparar la despedida?
El final es bastante optimista a pesar de todo, porque la vida siempre sigue, nosotros no pero ella siempre continúa.

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