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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
28 November 2017
Cuando el año pasado leí Bajo el cielo de los celtas, quedé tan encantada con la historia y la forma de transmitirla de José Vicente Alfaro que, aun habiéndola leído en kindle, me puse en contacto con él para hacerme con el libro en papel y aprovechar y hacerme con dos más de sus títulos. Uno de ellos tenía muy claro que sería el siguiente en caer, y aunque me costó sacarle hueco, una vez me puse con él lo leí en un par de días. Y trabajo mañana y tarde. Con eso lo digo todo. El libro era, es, El llanto de la isla de Pascua.

La historia está ambientada en su totalidad en la isla de Pascua, y tiene como protagonista casi absoluto a Germán, un arqueólogo español recientemente nombrado subdirector del Centro de Estudios Rapa Nui, y que forma parte de una excavación financiada con fondos europeos, entre los que sobresalen los del museo Kon-Tiki de Oslo. Es su segunda estancia en la isla; la primera tuvo lugar once años atrás, época en la que tuvo una fugaz relación con una lugareña. Para su sorpresa, en este segundo viaje se entera de que tiene una hija de la que no conocía su existencia, Maeva. Y en ello está, intentando establecer una relación padre-hija con ella, cuando sucede el hecho en torno al que gira la historia: el director de la excavación, el noruego Erick Solsvik, aparece asesinado en la Cueva de los Caníbales, y su cuerpo muestra ciertos rituales que los antiguos rapanui infringían como castigo a aquellos que violaban la ley del tapu. Poco antes de morir, Erick había llamado a todos sus compañeros de la excavación para decirles que había hecho EL descubrimiento, aquel que por fin revelaría el origen de los habitantes de la isla, el hallazgo antropológico más importante de los últimos cien años... pero no vive para contarlo. Alguien no está de acuerdo con que esa información salga a la luz. ¿Quién? ¿Y por qué? ¿Qué descubrió Erick?

La trama en sí está claramente dividida en dos partes: la que tiene lugar en el presente de Germán, contemporánea a nuestros días, y aquella en la que el autor decide contarnos su versión sobre el poblamiento primigenio de la isla y toda la historia posterior de sus habitantes hasta el siglo XIX. Aunque pueda parecerlo no son independientes la una de la otra, sino que las distintas poblaciones asentadas en la isla, la idiosincrasia propia del desconocimiento que se tiene de ellas, son parte de la trama del presente, y por ello es necesario que conozcamos la historia de los rapanui... o al menos la que decide contarnos José Vicente.

Por tanto, en el presente Germán se enfrenta a la muerte de su jefe y amigo, que intentará solventar por su cuenta; a una situación política complicada en la que los originarios de la isla se rebelan contra el gobierno de Chile provocando manifestaciones, encierros y enfrentamientos con la policía; y al descubrimiento de una hija que nació hace diez años, con la que quiere recuperar todo el tiempo perdido y que además quiere ser arqueóloga como él. Las constantes e inocentes preguntas de la niña son usadas muchas veces por el autor para explicarnos cosas sobre la historia de los rapanui de una manera totalmente natural e implementada en la historia sin dar sensación de discurso o de atosigamiento de información.

La parte del pasado se diferencia en la narración por un cambio en la fuente y tipografía del texto; está muy diferenciada visualmente de la parte narrada en el presente. Esta es la parte en la que el autor ha tenido que hilar muy fino y donde realmente ha compuesto una historia fascinante, porque aunque parte de datos más o menos reales (datos que al final del libro explica), lo que se narra en estas páginas, hasta la llegada de los primeros exploradores europeos, son meras suposiciones, una manera de unificar todos esos datos para conformar una probabilidad sobre lo que podría haber sido, lo que quizás fue, pero que casi con toda seguridad jamás sabremos cómo sucedió y si fue así en realidad. Porque ese es el misterio de la isla de Pascua, misterio que a día de hoy sigue sin resolver, y aunque seguramente jamás se desvele, la posibilidad que el autor nos brinda en esta novela es tan creíble y tan plausible que ahí radica la magia de la historia.

Para quien no esté familiarizado con el enigma que rodea a esta isla, se desconoce quienes fueron sus primeros habitantes hace 1600 años, y cómo fueron capaces, completamente aislados del mundo, de hacer surgir de la nada una civilización capaz de erigir, levantar y transportar monumentos como los moai, con una altura de varios metros y un peso de toneladas, además de crear un sistema de escritura propio que es único en el mundo y que también sigue sin descifrar a día de hoy. Hay mucha controversia entre los expertos, que no se ponen de acuerdo ante la ausencia de historia escrita, y ni siquiera los propios rapanui conocen sus orígenes, todo son leyendas y mitos. No sé si hace falta que te apasione el misterio que rodea a esta isla para disfrutar enormemente del libro. Imagino que no, porque es una historia muy entretenida y muy bien contada, con un final que ya quisieran muchos arqueólogos que se hiciese realidad y que me ha encantado, pero debo añadir, por si no se nota (disimulo muy mal, lo sé), que el tema me chifla desde que era una cría.

La edición está muy cuidada. No solo está perfecta en cuanto a ortotipografía y demás, cosa que ya me llamó la atención en Bajo el cielo de los celtas, sino que viene acompañada por un mapa de la isla (habrá gente que no haga caso de estas cosas, pero yo lo consulté tropecientas veces según se movían los personajes de un sitio a otro), además de ilustraciones que representan símbolos de la cultura rapanui al comienzo de cada capítulo con una breve explicación sobre ellos.

No voy a repetir, porque ya lo comenté en otra reseña, que yo siempre quise ser arqueóloga, y la isla de Pascua es de esos sitios que tengo que visitar antes de morir. Supongo que, como mucha gente, mi primer contacto con ella fue a través de la película Rapa Nui hace taitantos años. Además de que la película estaba ambientada en una época bastante más reciente sobre la que ya se conoce mucho sobre la isla, "cuando crecí" supe que también tenía bastantes inexactitudes históricas... pero la llama ya estaba encendida y ahí sigue. Nunca había leído un libro novelado sobre este tema, y no sé si debería haberlo hecho, porque si por mí fuera me montaba ahora mismo en el avión.

Me lo pasé pipa con los celtas, me lo he pasado pipa con los rapanui, y tengo que admitir que en su obra José Vicente está tocando todas y cada una de las culturas y civilizaciones ancestrales que me apasionan. de hecho reconozco que estoy haciendo mis cábalas intentando adivinar sobre qué tratará su muy próxima novela. Mientras tanto tengo otra civilización perdida, los Anasazi, esperando en la estantería.
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