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Solzhenitzyn Nos narra en estas tortuosas páginas cómo cualquier ciudadano de la URSS y países aledaños podía ser calificado de enemigo y, por consiguiente, tragado por los campos de concentración. No importaba si el condenado (al caer preso o presa ya era algo seguro) había colaborado para la Revolución o simplemente chusmeaba con sus vecinos. Cualquier falta real o imaginaria, pequeña o insignificante traía desventuras desde los trabajos forzados, la mala alimentación, traslados interminables hasta la muerte o, en el mejor de los casos, si se era "útil", colaboración y destierro. Cuando se cree que se ha leído toda la crueldad humana, resulta que no. de hecho, tuve que pausar esta lectura varias veces porque el relato de las atrocidades, desde psíquicas a físicas que hacen vivir a tantas personas me retorcía el alma. Una reflexión interesante e imprescindible del autor es cuando se cuestiona el por qué tanta admiración desde Rusia por los juicios en Alemania contra los nazis cuando en la propia Rusia sus asesinos quedaron impunes. Eso enseñaría a las futuras generaciones que la maldad puede campar a sus anchas y todo podrá ser repetido. Triste pero cierto.
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