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Y, con este libro, he terminado esta trilogía tan peculiar. Es la historia y la vida de Amalia. Y todas las personas que la rodean: sus hijos, las personas que se quedan y las que se van, los sucesos y situaciones que marcan, las que arañan y apenas dejan huella, el ruido que no deja escuchar lo importante, los hilos que se entrelazan para llenar cada uno de los caminos con más historia, más vida, más intensidad. Los personajes de esta trilogía son lo más especial que he leído en años, a veces a mal, a veces a bien, pero siempre dejando una huella cargada de cariño. Es imposible sentir otra emoción que no sea ternura, con una intensidad aplastante y llena de todo lo que está lleno en una vida. Muestra que, las personas que más importan, son las que se quedan, las que vuelven o las que marcan con su ausencia. Las que están, a su manera, pero de esas formas que lo llenan todo cuando están: con su personalidad, su carácter o sus silencios. Porque todos los personajes de esta historia no pueden ser más distintos, algunos silenciosos, otros comprensivos, otros bruscos, otros llenos de aristas, retornados, esquivos, confundidos, incluso con forma perruna. Pero, al final, todos son esa pieza clave en la vida de Amalia y en la de todos los demás. «Primero una vida, después un amor». |
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