El mundo es ancho y ajeno

Hay libros que se empeñan en ponértelo difícil y, ¡Voto a tal! que este es uno de ellos.

La lucha entre abandonar o seguir, ha sido titánica, pero felizmente ganó la batalla esa testarudez que me abduce y de la que no me siento especialmente orgulloso.

¿Qué hace que este libro me haya resultado tan angosto como escalar el Everest?

Su vocabulario.

La abundante jerga local, que para muchos será virtud, a un servidor lo ha atascado, obligándome a dejar reposar una novela que, por otro lado, me tenía subyugado.
La literatura tiene estas paradojas.

El mundo es ancho y ajeno se sitúa en las inhóspitas y escarpadas cordillera de los Andes.
Allí una comunidad indígena que podría ser cualquiera pero que obedece al nombre de Rumi, trabaja sin descanso una tierra que no fue creada para dar fruto ni alimento.

Hasta que por allí aparece el hacendado de turno, Álvaro Amenábar para "domesticarlos" o expulsarlos con la célebre frase "váyanse a otra parte, el mundo es ancho"

De su parte, poder, leyes y un mundo corrupto que se amolda a las necesidades de la nobleza y su insaciable ambición.

Frente a ellos, un grupo de hombres y mujeres que malviven de sus cosechas, que trabajan de sol a sol, pero que disfrutan de una libertad tan primitiva como su organización. Aunque tampoco escaparán a la llegada de ideas "modernas" que mejorarán su prosperidad pero no su entorno.

Pese a su prosa, arma letal para mi experiencia como lector, la obra es de excelente factura y describe a la perfección la siempre precaria situación de aquellos que defendían una forma de vida dura, pero libre.

Ciro Alegría nunca tuvo excesivo reconocimiento fuera de latinoamérica. Desconozco el resto de su obra, pero si en esta abunda tanto vocabulario local, entiendo la razón pues, a pesar de ser una buena novela, me ha resultado muy incómoda de leer.