El efecto Marcus

Lo peculiar de esta serie y uno de los factores que me engancharon a ella fueron sus personajes, sobre todo Carl, un inspector atípico, vago hasta lo intolerable, pero a la vez íntegro y sagaz, que una vez que un caso le llama la atención no parará hasta desentrañar todos los secretos; unido a unos personajes llenos de matices y secretos, los cuales el escritor va descubriendo con cada nueva entrega. Pero en este caso la personalidad de mi gran amigo Carl está en cierto modo desvirtuada y apagada con respecto al resto. Es como un accesorio, alguien que pasaba por allí. A penas se le ve involucración en los casos, tan solo preocupado a cual de las dos chicas llamará primero. Son un cúmulo de casualidades, así como el resto de sus ayudantes los que van resolviendo el caso, lo que como suponéis me supuso una gran decepción.

Podríamos decir que el peso principal recae sobre Marcus, un chico que en principio está al otro lado de la ley y al que todo el mundo busca y casi ninguno con buenas intenciones. Me ha parecido interesante esta parte en la que descubrimos una familia atípica dedicada a la mendicidad, gobernada por un hombre que solo busca su propio interés. Por otro lado tenemos el caso de corrupción y de modo casual ambas historias confluyen en una. Cabe decir que la investigación también ha perdido algo de fuelle con respecto a sus predecesoras, sin esos matices y giros truculentos en los que tan bien se desenvuelve Jussi. Este es interesante pero más light, sin demasiado gancho para el lector.

Se han producido cambios en la comisaria y uno de ellos será un nuevo miembro al que obligan a Carl aceptar en el sótano, donde lleva a cabo su trabajo el departamento Q. No entiendo muy bien el motivo de este fichaje ni como ha desarrollado la personalidad del mismo. Es un tipo que carece de interés y en principio algo estúpido.

Como habréis podido ver existen diversos factores que me han amargado, en cierto grado, la lectura de esta serie que por otro lado recomiendo a los amantes de las novelas policíacas. Ésta tal vez no sea la mejor de todas, aunque sigue siendo entretenida con casos imaginativos. El escritor va alternando entre las investigaciones del departamento Q y el desarrollo de los acontecimientos al otro lado de la ley, conociendo al pequeño Marcus y esa vida dedicada al robo y al pillaje, esclavizado por aquellos que supuestamente son su familia. Una historia que va mejorando a medida que avanzamos en ella. En conclusión, un reencuentro agridulce con mi amigo Carl, pero al que le seguiré la pista en la siguiente entrega.


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