Contra un mundo sin amor

Contra un mundo sin amor es un libro lleno de hostilidad y desventura, algo que perdura a lo largo de los 26 capítulos que lo conforman.

Y es que no hay duda que la historia de Nahr fue muy dura desde sus comienzos y que la vida no le brindó ni un ápice de tranquilidad pero no pude evitar percibir una cólera constante. Nahr o la chica de los dos nombres, se vió obligada a vender su cuerpo después del abandono de su primer esposo y está de más decir que esto iba contra la moral y contra las creencias religiosas de su familia. Por supuesto que hubo momentos, muchos, en los que deseó que su destino fuese otro, momentos en los que no dejó de sentir repulsión ante aquellos que ultrajaban su cuerpo pero al final de cuentas la pros+!tuci0n le fue brindando a ella y a su familia cierta estabilidad económica y reconoció que además de ello, le ofrecía la oportunidad de conocer a personas con conexiones que podría aprovechar posteriormente y, así fue.

Una serie de sucesos desafortunados la precedieron desde Kuwait, Palestina, Irak y Jordania, hasta que terminó siendo señalada como terr0r is+@ y es a través de una celda aislada, a la que ella llama “el cubo” que irá narrándonos todos esos acontecimientos que la llevaron hasta ahí y aunado a ello, nos irá mostrando el trato que se le da a los presos políticos, quienes no solo tienen que sentirse plenamente señalados y juzgados ante su ideología sino que se ven sometidos en un lugar que tampoco respeta o comprende su religión. Y en este punto no estoy emitiendo un juicio sobre si sus ideologías políticas o sus creencias son correctas o no, pero al final de cuentas es así, siempre que pienses o actúes a contracorriente de un grupo, llámese país, estado, religión, etcétera, se le agregara mayor peso a tus acciones.

En la historia de Yaqoot sí hubo amor pero, lamentablemente, esto no hizo más que aumentar la desdicha de ella, hacer que sus días en “el cubo” fuesen terriblemente agónicos, algo que me conmovió profundamente.