Christopher Nolan

Abad divide la obra cinematográfica de Nolan por su temática. La primera abarca sus tres primeros filmes, thrillers poco complacientes donde predomina la inseguridad y la incertidumbre y los personajes rotos y escindidos; la segunda, sus películas sobre Batman donde prioriza la narración lineal; la tercera es la trilogía de lo fantástico y la cuarta es la que se abre con Dunkerque. Abad compara y vincula la obra de Nolan con aquella de la que se nutre y fundamenta sus puntos de vista, tomando como punto de partida las reflexiones sobre el individuo de Bauman y Lipovetsky.
Tras el inquietante y enigmático cortometraje Doodlebug (1997), una desasosegante muestra de lo que su director iba a desarrollar en sus siguientes trabajos, Nolan debuta en el largometraje con Following (1998), un drama con suspense rodado en Londres en blanco y negro con cámara en mano, en 18 mm. y con un escuálido presupuesto de 6.000 dólares. A pesar de los medios tan limitados, el resultado es de una meritoria factura técnica por medio de una narración fragmentaria con un final redondo, sin fisuras, con perdedores, donde la dicotomía orden/caos ya está presente, así como la figura del antihéroe. Nolan disloca la línea temporal de los acontecimientos hasta el punto de que uno no sabe si la siguiente escena va a seguir el curso de la historia, va a dar un salto adelante o va a completar alguna circunstancia del pasado. El espectador no se puede anticipar al devenir, queda atrapado, en constante tensión porque tiene que reconstruir un argumento diseminado y fragmentado, aunque no por ello menos coherente y seductor. Este recurso es un sello distintivo en Nolan, como una tela de araña que aprisiona tanto al protagonista como al público y sin posibilidad de rehenes, ya que su poder de seducción es efectivo y le ha aupado al éxito internacional por méritos propios.