Bromera

Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura en el año 2006, rinde homenaje a la ciudad que le vio nacer y crecer, que forjó su carácter y que despertó sus inquietudes artísticas, primero como pintor, hasta convertirse en el reconocido escritor que es hoy en día.

Una mezcla de memorias y crónica de una ciudad durante un periodo algo convulso, la mitad del s. XX, en el que transitaba de un pasado de esplendor y riqueza como Imperio Otomano hacia el desarrollo y modernidad europeas. Una lucha entre oriente y occidente en una ciudad dividida, no solo físicamente, entre dos continentes.

Una continua dicotomía que nos presenta Pamuk, no solo entre estas dos culturas y maneras de ver la vida y de organización social, entre pasado y futuro, sino también entre clases sociales, la alta a la que pertenece el escritor, aunque en clara decadencia, y una sociedad totalmente empobrecida y olvidada. Una parte de la población que se espera que se "calcine" como la memoria de los antiguos palacios convertidos en cenizas.

Una ciudad que respira amargura, melancolía, nostalgia, la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor, aún en el convencimiento de la idoneidad del proceso de occidentalización. Una imagen creada seguramente más por la perspectiva de los que vienen de fuera, que por los mismos estambulíes. Entre ellos, escritores franceses como Flauvert o Nerval.

Pamuk, como la mayoría de ciudadanos de Estambul, tratan de buscarse a sí mismos dentro del "caos", un identidad propia que sea capaz de definirlos como miembros de una sociedad. Para lo que la memoria y el pasado juegan un papel esencial. Es en esta exploración del propio escritor, las relaciones con su familia, el nacimiento de sus inquietudes artísticas, sus paseos los domingos por el Bósforo, los colegios por los que pasó, su relación con la religión, sus primeros amores y relaciones íntimas, donde he encontrado el punto fuerte de la obra.

Por contra, el excesivo detallismo en la descripción de otros cronistas de la ciudad y personajes relevantes de la misma, han supuesto partes un tanto más tediosas en mi lectura. Una nueva dicotomía.

Sin embargo, en general, no podía imaginar que un libro de las características mencionadas fuera capaz de atraparme de tal manera, incapaz de levantar la vista, como ver consumirse por las llamas un antiguo palacio otomano o las reiteradas catástrofes en el Bósforo que Pamuk, como el resto de estambulíes, encontraba fascinantes.