Belleza cruel de Ángela Figuera Aymerich
Pero no pienses «libertad», no digas, no escribas «libertad», nunca consientas que se te asome al blanco de los ojos, ni exhale su olorcillo por tus ropas, ni se te prenda a un rizo del cabello. Y, sobre todo, amigo, al acostarte, no escondas «libertad» bajo tu almohada por ver si sueñas con mejores días. No sea que una noche te incorpores sonambulando «libertad», y olvides, y salgas a gritarla por las calles, descerrajando puertas y ventanas, matando los serenos y los gatos, rompiendo los faroles y las fuentes, y el sueño de los justos, porque entonces, punto final, hermano, y Dios te ayude. |