La Débâcle de Émile Zola
¡Si le hubiera usted oído en su delirio! Me llamaba: ¡Mamá, mamá! y me tendía los brazos tan tiernamente, que tuve que cogerle y sentarle sobre mis rodillas ... Pobrecillo, el dolor le había hecho adelgazar tanto, que pesaba menos que un niño ... Y le he mecido para que muriese contento
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