La Débâcle de Émile Zola
Primero creyó que tenía abierto el cráneo y que los sesos estaban al descubierto. Durante algunos segundos no se atrevió a tocarse la herida con la mano, temiendo encontrar un agujero. Después, porfía, se llevó la mano a la herida y se llenó los dedos de sangre espesa. La sensación fue tan fuerte que cayó desmayado
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