Los emigrados de W.G. Sebald
Los años de la Segunda Guerra y los decenios siguientes fueron para mí una época oscura y terrible, de la que no sabría contar nada, ni aunque quisiera. Cuando en 1960 tuve que renunciar a mi consulta y mis pacientes, perdí mis últimos contactos con el llamado mundo real. Desde entonces casi no hablo más que con las plantas y los animales. De alguna manera me llevo bien con ellos, dijo el doctor Selwyn con una sonrisa más bien insondable; después se levantó y, cosa sumamente inusual, me dio la mano para despedirse.
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