El cielo y la nada de Toni Quero
Nirvana Me he descubierto tantas veces siendo yo el que más ama, atravesado de alfileres sobre un corcho olvidado junto a fotografías tomadas en ciudades remotas, vértebras del esqueleto del mundo donde amanecíamos radiantes o durmiendo al raso bajo una rodaja de luz, que ya puedo calibrar mi dolor con la precisión de un alquimista. Sé de lo que hablo: desprender la horquilla y provocar tormentas eléctricas, caminar en paralelo por la vía del tren y patear los dos la misma lata, desplazando la vida siempre hacia delante, prestar mi camiseta para que duerma con el logo de Nirvana arqueado sobre el pecho y sangrarnos las encías sobre la pulpa de una manzana. Hacer un fundido en negro en mi vida y aparecer sonriente unos meses más tarde, saludarla al descuido: hola, cómo te va, y decir te equivocaste, sí te equivocaste, aunque sepas que es mentira y seas tú quien duerme hecho un ovillo, mientras volteas de nuevo las fotografías y acumulas recuerdos en un cajón apartado. |