Prohibido de Tabitha Suzuma
Es como si mi cerebro supiera que aún no puede pensar en eso, que todavía no soy lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a las consecuencias de este sentimiento abrumador, de estos hechos trascendentales. El temor persiste, el miedo a que la fría luz de la mañana nos obligue a ver las cosas como son de verdad: un error, un terrible error; el miedo a que no tengamos otra opción que enterrar esta noche como si nunca hubiera sucedido, transformándola en un secreto vergonzoso que tendremos que guardar durante el resto de nuestras vidas hasta que, frágiles por la edad, se convierta en polvo, en un recuerdo débil y distante, volátil como el rastro de las alas de una polilla en el cristal de una ventana, el espectro de algo que quizá nunca ocurrió, sino que vivió únicamente en nuestra imaginación.
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