Malvarina: Una ayudante sospechosa de Susanna Isern
A veces me atinaba en mis consejos y hechizos, otras... no tanto. Como cuando doña Francisca me pidió un remedio para que su ropa se secara a pesar de la espesa niebla, y, tras agitar mi varita, todas las prendas salieron volando como pájaros que sobrevolaran el cielo. O como cuando don Aurelio, el panadero, me dijo entre lamentos que no podía conciliar el sueño. |