El lustre de la perla de Sarah Waters
Solo prométenos que no nos olvidarás del todo. Que nos escribirás y vendrás a visitarnos. Y qué, si las cosas no salen como tú deseas, no serás tan orgullosa de no volver a esta casa donde te queremos…
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El lustre de la perla de Sarah Waters
Solo prométenos que no nos olvidarás del todo. Que nos escribirás y vendrás a visitarnos. Y qué, si las cosas no salen como tú deseas, no serás tan orgullosa de no volver a esta casa donde te queremos…
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El lustre de la perla de Sarah Waters
Pero aunque yo me sentía complacida, también estaba insatisfecha. Había visto algo más que el maquillaje y los contoneos; era durísimo, tener que contemplarla con los demás espectadores mientras cantaba, y no tener de ella ni un ápice más que ellos.
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El ocupante de Sarah Waters
Cuando volví a ver la casa –casi treinta años después de aquella primera visita, y poco después del final de otra guerra-, los cambios me horrorizaron (…) El corazón se me empezó a encoger casi en el momento en el que entré en el parque. Recuerdo que había un largo recorrido hasta la casa entre pulcros rododendros y laureles, pero el parque estaba ahora tan cubierto de maleza y descuidado que mi pequeño coche tuvo que abrirse paso por el sendero. Cuando por fin me liberé de los arbustos y me encontré en una explanada desigual de gravilla, justo delante del Hall, puse el freno y me quedé boquiabierto de consternación.
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Moby Dick, Herman Melville