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Sarah Pinborough
La mente me abrasaba, y comprendí que nunca sería capaz de olvidar la imagen de aquel bebé mutilado...el hijo del propio Harrington. De forma casi automática, levanté el trozo de vidrio y se lo clavé hasta lo más profundo de la garganta. Harrington se tambaleó hacia atrás, mientras la sangre salía a borbotones de la arteria cortada y me salpicaba el rostro con sus cálidas gotas.
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