Frágiles de Sarah Morant
Él alborotó el cabello dorado mientras ella deformaba un poco las frases, pues no pronunciaba lo suficiente las letras sibilantes. Quería a Evangeline. Estaba innegable y profundamente arraigado en él. Algo inaudito para un niño de su edad. Pero Gabriel hacía tiempo que había comprendido que nada era imposible, así que le prometió explicarle la lección al día siguiente por la tarde, porque, al fin y al cabo, ya le había enseñado a escribir su nombre y el de su muñeca. |